La discriminación de género es el primer factor que genera el tráfico de niñas

Por Mª Cruz Tornay Márquez.

El tráfico de personas con fines de explotación sexual es el delito que más volumen de negocio genera en el mundo después del tráfico de narcóticos y de armas.  Anuradha Koirala, fundadora de la organización Maiti Nepal, lleva luchando desde hace veinte años por la prevención del tráfico de niñas con fines de explotación sexual. Tuvimos ocasión de escucharla en Caracas donde participó en un encuentro con organizaciones vinculadas a la prevención de la trata

Venezuela, Caracas – El tráfico de personas con fines de explotación sexual es el delito que más volumen de negocio genera en el mundo después del tráfico de narcóticos y de armas. Aunque la trata de personas se considera un fenómeno invisibilizado, se calcula que unas seis millones de personas son víctimas de un delito que se produce cuando a la persona ya le han sido vulnerados otra serie de derechos fundamentales.

Anuradha Koirala, fundadora de la organización Maiti Nepal, lleva luchando desde hace veinte años por la prevención del tráfico de niñas con fines de explotación sexual. Maiti Nepal, que significa “Hogar de la Madre”, comenzó como una pequeña casa fundada con los ahorros que Anuradha había conseguido como maestra de inglés en Katmandú. Allí comenzaron a llegar las niñas enfermas que los traficantes devolvían a Nepal después de haber sido explotadas sexualmente en burdeles de la India. Veinte años después, han logrado rescatar a 22.000 niñas que eran víctimas de trata y han generado las condiciones para que cientos de ellas cuenten con alternativas de empleo en sus comunidades y no se vean obligadas a emigrar a las ciudades donde muy probablemente acabarán sufriendo la explotación.

La fundadora de Maiti Nepal participó en Caracas en un encuentro con organizaciones vinculadas a la prevención de este delito para compartir un trabajo en el que han conseguido un gran éxito, a pesar de la falta de compromiso de las autoridades y de la complejidad de los factores que convierten a miles de niñas en personas vulnerables a partir de los seis años.

Para Anuradha, la discriminación de género es el primer factor que genera el tráfico de niñas. En Nepal las niñas son ciudadanas de segunda clase y esta es la causa sobre la que se construyen el resto de factores, como la falta de acceso a la educación: los padres prefieren gastar el dinero en enviar a sus hermanos a las escuelas y no a ellas, que pueden conseguir marido.

La pobreza y las ausencias de empleo y de oportunidades en las aldeas son aprovechadas como gancho por los traficantes para lograr que los padres entreguen a sus hijas bajo engaño. El traficante, alguien conocido en la aldea, ofrece a los padres un trabajo para la niña en la ciudad y acuerda que en un año la traerá de vuelta con dinero suficiente para la dote.

Uno de los factores que facilitan la impunidad del tráfico de menores es la apertura de la frontera entre India y Nepal, donde no es necesario el uso de pasaporte y los traficantes pasan a las niñas en transporte regular como jóvenes mayores de edad. La organización Maiti Nepal logró atacar este factor de la manera más contundente que podía hacerse: convirtiendo a las niñas que habían sido traficadas en guardias de frontera. Al haber pasado por esa situación, ellas identifican evidencias de trata que para los guardias pasan desapercibidas.

La mayor parte de las chicas que no se logran rescatar en la frontera se dirigen a burdeles en la India, donde se calcula que existen entre 150.000 y 500.000 niñas nepaleses. La única forma en la que logran salir de allí es cuando están tan enfermas que no pueden seguir siendo utilizadas por sus explotadores y pueden regresar a Nepal.

Anuradha Koirala explica cómo hay nuevos destinos que demandan niñas nepaleses: Medio Oriente, China y África, lo que delata la corrupción y complicidad de funcionarios del Gobierno que cambian la edad de las niñas en los pasaportes para que puedan salir del país de forma legal. Muchas de las niñas que se consiguen rescatar regresan con signos de torturas, palizas o de haber sido quemadas con ácido.

Una vez que las niñas están a salvo, la captura del tratante se vuelve prioritaria. Algunas de las víctimas que regresan no consiguen recordar los nombres de sus padres o de su aldea porque fueron llevadas siendo muy pequeñas. Sin embargo, aunque la familia sea identificada, la niña permanece en casas de tránsito de la organización y no regresa hasta que no haya terminado el proceso judicial y llegue la condena, para evitar que los padres sean sobornados por la familia del traficante.

Una de las estrategias principales de Maiti Nepal para acabar con la trata con fines de explotación sexual es trabajar en la prevención y en la creación de oportunidades de formación y empleo. Actualmente cuentan con tres casas de prevención en las que residen niñas de entre 13 y 16 años que están en peligro de ser traficadas. Uno de los riesgos para que los padres permitan que su hija marche a la ciudad es que la joven no vaya a la escuela y tampoco trabaje, de modo que en las casas de prevención se enseñan oficios y las capacitan para que de regreso a la aldea tengan herramientas para generar ingresos. Una vez que acaba el programa de enseñanza, del que se gradúan 180 niñas cada año, regresan a la casa con un microcrédito que le permite el autoempleo.

La toma de conciencia y sensibilidad de la comunidad y de otros actores implicados han sido clave del éxito conseguido por la organización. Después de mucho trabajo de persuasión, se logró involucrar a la policía para conseguir que los traficantes no quedaran impunes. En la actualidad, en el proceso formativo de la policía está prevista la asistencia de charlas a Maiti Nepal en las que las propias víctimas cuentan su experiencia y explican a los funcionarios en primera persona el problema de la trata en el país, que también se realiza con fines de explotación laboral y de tráfico de órganos.

Desde que Anuradha comenzara a luchar por los derechos de las niñas nepaleses hace veinte años, se ha logrado la condena de 868 traficantes, 22.000 niñas han sido rescatadas (sólo en 2012 se rescataron a 3.600) y los programas de conciencia han llegado a un treinta por ciento de la población.

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