“El BDSM es el abecedario de la misoginia de toda la vida”

El BDSM se vende como una práctica sexual liberadora, emancipadora y libremente consentida. Sin embargo, bajo todas estas etiquetas se esconde la coartada perfecta para una violencia sexual contra las mujeres cada vez más agresiva. Películas como “50 sombras de Grey” o el consumo desorbitado de pornografía, son responsables directos de que estas relaciones de Bondage; Disciplina y Dominación; Sumisión y Sadismo; y Masoquismo -que comenzaron estando muy ocultas-, salgan del armario como nunca antes se había visto.
Teresa (a petición suya, omitimos su rostro y apellido en este texto) sabe qué hay detrás de toda esa propaganda y de cómo se aprovecha de las mujeres. “De haber estado más segura de mí, no es que hubiera salido corriendo aquella primera vez que la practiqué, es que ni hubiera entrado”, reconoce. Hablamos con ella y con dos reconocidas expertas como Mónica Alario Gavilán y Tania Corrás para poner luz sobre esta realidad cada vez más extendida y fomentada desde la pornografía.
Por Nuria Coronado Sopeña @NuriaCSopena

La normalización del BDSM es tal que personajes como Samantha Hudson –en su participación en un programa de la televisión pública como  Master Chef Celebrity 6– den nombre a su menú como “Mil preparations BDSM”, y confiesen que ponen “este menú sobre esta bandeja, que parece un poco carcelaria. Siempre he querido tener un novio expresidiario”; o que la Policía Nacional detenga a un pedófilo de 33 años por un delito de abusos a una menor de 15 años a la que propuso  “jugar al BDSM” , él con el rol de “madre dominadora” y ella el de “bebé obediente”. En dicho juego, la menor tenía que infligirse castigos sadomasoquistas por incumplir las normas que su “madre dominadora” le exigía.

El manido argumento del consentimiento

Mónica Alario Gavilán.

Una normalización del BDSM que tal y como explica Mónica Alario Gavilán, autora de Política sexual de la pornografía, “conceptualiza las prácticas de dominación masculina y sumisión femenina como algo liberador. Ahora bien: ¿liberador de qué? De una supuesta represión sexual que además es consentida”, dice.

Y nada más lejos de la realidad. La reconocida investigadora explica que el consentimiento de las mujeres se vuelve a utilizar para invisibilizar la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres a través de prácticas que ellos viven como “sexuales”: si las mujeres lo consienten, entonces eso deja de ser violencia. Además, poniendo todo el peso del análisis en dicho consentimiento, desaparece lo que debería estar siendo el centro del análisis: la pregunta de por qué a los varones les excita ejercer violencia contra las mujeres. Es el mismo giro argumentativo que vemos con la prostitución: centrándose el discurso en si las mujeres “tienen derecho” a prostituirse, se elimina la pregunta de si los varones tienen derecho a acceder a sus cuerpos sin que ellas lo deseen”.

Tania Corrás.

Un deseo que como añade Tania Corrás, doctora en psicología forense, no es tal. “Cuando se habla de BDSM hay que referirse a prácticas vejatorias tanto a nivel físico como psicológico, que incluyen agresiones físicas y humillaciones que pueden producir lesiones, tanto físicas como para la salud mental de la persona agredida. Es decir, no son prácticas leves ni inocuas”.

Prácticas, que según demuestran los estudios, exponen una tendencia en los hombres que se identifican con el rol de dominantes mientras que las mujeres se identifican con el rol de sumisas. “El primero practica vejaciones y la sumisa las sufre. La persona dominante obtiene placer principalmente del dominio psicológico, no únicamente de la relación sexual. Esto es importante para comprender que el fenómeno del BDSM no debe analizarse desde un limitado análisis sexual, sino desde un plano más amplio con implicaciones psicológicas de sometimiento y menoscabo”.

Mónica Alario: “Desaparece lo que debería estar siendo el centro del análisis: la pregunta de por qué a los varones les excita ejercer violencia contra las mujeres”

Erotización de la subordinación

 Una opinión que Alario une a los patriarcados de consentimiento. “Al no haber leyes que obliguen a las mujeres a mantenerse en posiciones de subordinación, se ponen en juego otros mecanismos que reproducen el patriarcado. Uno de los más poderosos en la actualidad es la construcción de nuestros deseos en función de si somos hombres o mujeres. Así, el propio patriarcado lleva a los varones a desear estar en posiciones de dominio y a las mujeres a desear estar en posiciones de subordinación. Esto mismo se lleva al terreno de la sexualidad: el patriarcado enseña a las mujeres a erotizar su propia subordinación en dicho terreno. Esta enseñanza supone una enorme coacción; y, en un contexto social en que opera dicha coacción, no se puede hablar de libertad. La libertad, sin igualdad, es el caldo de cultivo perfecto para que quienes tienen el poder lo mantengan”.

Para que dichos mecanismos funcionen, la autora de Política Sexual de la pornografía expresa que estos deben apoyarse en la idea de que, “en el sexo todo vale: incluso lo que no es sexo. O, para conceptualizar mejor: de que todo lo que excite sexualmente a los hombres vale, incluso aunque eso no sea sexo, sino violencia. Así, prácticas que serían rechazadas socialmente o denunciables en otros terrenos, al integrarse en el terreno del sexo, pasan curiosamente a ser consideradas revolucionarias”.

Así las cosas, ¿es exagerado poner a todas estas prácticas la etiqueta de tortura? La psicología jurídico forense tiene claro que “desde el plano social se podría asimilar como tal ya que se trata de una situación en la que una persona ejerce malos tratos contra otra de manera injustificada, en muchas ocasiones fantaseando con el rol del castigo. Desde el plano legal, no debemos olvidar que la Constitución Española recoge en su artículo 15 que las personas no podrán sometidas a tortura, pero tampoco a tratos inhumanos ni degradantes. Tratos que están representados en numerosas ocasiones en este tipo de prácticas, llegando algunos como la asfixia erótica a comprometer la vida de la persona que la sufre”.

Tania Corrás: “El fenómeno del BDSM no debe analizarse desde un limitado análisis sexual, sino desde un plano más amplio con implicaciones psicológicas de sometimiento y menoscabo”

La industria del porno desatada

 Además de estos factores, las expertas consultadas apuntan que el “éxito” del BDSM y por ende el aumento de conductas agresivas o vejatorias lo incentiva la industria de la explotación sexual. “Por ejemplo, el modelado social que se produce en redes sociales, en las producciones audiovisuales, y especialmente la industria del porno. En numerosas ocasiones esta última es el primer factor socializador con el sexo de los menores, instruyéndoles en prácticas sexuales alejadas de la realidad y que algunos estudios ya están relacionando con un aumento de las agresiones entre iguales en esta población”, dice Corrás.

Para Alario la pornografía es el discurso político “que ha venido a tomar el relevo en la tarea de la que antaño se ocuparon discursos científicos, psicológicos, religiosos, literarios… transformar lo que excita sexualmente a los hombres en lo que es el sexo. Es curioso reparar en cómo esas prácticas de violencia, en las páginas de pornografía, han salido de la categoría BDSM, pasando a inundar la pornografía en general. Es decir, prácticas que previamente se consideraban propias de las relaciones BDSM, dejan de serlo, pasando a formar parte de la pornografía no considerada específicamente BDSM y, en esa medida, a considerarse simplemente parte de lo que es el sexo. Esto tiene varias consecuencias directas: en primer lugar, que lo que queda en esa categoría es de una violencia extrema. En ella encontramos vídeos de torturas y mutilaciones. En segundo lugar, que dichas prácticas que previamente fueron consideradas BDSM pasan a integrarse, por medio de la construcción de los deseos de los varones, en las vidas cotidianas de las mujeres con las que ellos se relacionen sexualmente”.

Una realidad que como añade Corrás aprovechan los puteros como si no hubiera un mañana. “Practican el sadomasoquismo con mujeres prostituidas o víctimas de explotación sexual, dado que sufren una especial vulnerabilidad ante prácticas de mayor agresividad y con mayores complicaciones en caso de denunciar la agresión”.

Por eso como antídoto Alario propone repetir, “todas las veces que haga falta, que los hombres pueden sentir que el feminismo les está robando derechos, pero tienen que aprender a distinguir derechos de privilegios. Aunque ellos hayan convivido siempre con esos privilegios y los hayan normalizado, pasando a sentirlos como derechos, si esos supuestos derechos repercuten directamente de manera negativa en las mujeres, no son derechos, sino privilegios. El feminismo no está arrebatando ningún derecho a los hombres: les está devolviendo los suyos a las mujeres. El feminismo está diciendo que las mujeres tienen derecho a una vida libre de violencia en todos los terrenos, incluido el del sexo: si los hombres se sienten reprimidos por esta idea, es porque les excita ejercer dicha violencia”.

El testimonio sanador de una mujer libre

Y precisamente por feminismo, y con toda la sororidad habida y por haber Teresa ha querido confesarse por primera vez y ante un medio de comunicación. Y lo ha hecho a corazón abierto porque si cree en algo es en el valor de la vivencia en primera persona. “No soy una lectora especialmente voraz ni tampoco una gran teórica, por lo que mi aportación a la lucha feminista en este momento es el análisis y el narrado de mi vivencia, según me lo puedo ir permitiendo. Vivo en una permanente búsqueda de libertad y gracias a esa búsqueda pude salir del BDSM y gracias a la libertad ganada tras salir es que puedo permitirme hablar ahora”, explica.

– ¿El BDSM es el abecedario de la misoginia más desconocida?

– ­No. El BDSM es el abecedario de la misoginia de toda la vida en su vertiente más brutal y salvaje, siendo excusada mediante el consentimiento y la existencia de una víctima voluntaria. A las mujeres nos han zurrado y torturado desde siempre, lo nuevo es que seamos nosotras las que vamos alegres y complacientes al matadero.

– ¿La fetichización es la excusa para la máxima violencia sexual?

– La excusa para la máxima violencia sexual es el mismo sexo. Hace unos meses escuché a Ana de Miguel en una conferencia decir que el sexo es la nueva religión de nuestro tiempo y eso me ayudó a explicar muchísimas cosas. Hoy en día excusamos cualquier barbaridad en el sexo y escuchamos con frecuencia la frase: “es que me pone”. Como si el sexo fuera algo que existe en una burbuja en el interior del individuo y no tuviese nada que ver con el contexto social, las vivencias de cada uno, las relaciones de poder, y que ninguna repercusión tiene en el afuera. Nada peor se me ocurre que ejercer la violencia “porque me pone”.

Entiendo la violencia en la rabia, en la desesperación, en el fanatismo de cabezas que no puedan ver más allá. Pero la violencia sin rabia y encima, porque me pone cachondo, me da escalofríos. Requiere un nivel de psicopatía mucho mayor que el del maltratador común que sabe, en algún lugar de su cabeza, que lo que hace está mal y de algún modo intentará excusarlo y tendrá accesos en los que pedirá perdón. El torturador de BDSM ni siquiera siente ese remordimiento y se lava su responsabilidad con la existencia de una víctima complaciente, sobre la cual tampoco se emite juicio alguno. Es completamente demencial.

Teresa: “Hoy en día excusamos cualquier barbaridad en el sexo y escuchamos con frecuencia la frase: es que me pone”

– ¿De haber estado más segura de ti habrías salido corriendo aquella primera vez?

– De haber estado más segura de mí, ni hubiera entrado.

– Socialmente se excusa el BDSM por aquello del pacto entre las partes, ¿cuánto de libre consentimiento hay en ello?

– Que vivimos en una cultura en la que la libre elección es un mito lo tenemos ya claro. El consentimiento no es libre en el momento en el que se crece en una cultura que cría a los hombres para ser violentos con las mujeres y a las mujeres para dejarse violentar por los hombres, todo eso abonado en los últimos años por el fácil acceso a la pornografía desde muy jóvenes. Por supuesto, analizado en el plano personal, siempre hay una elección que no todo el mundo toma, una elección con la que hay que hacer las paces en lo personal para curarse las heridas provocadas por la misma. Lo que hay que estudiar son las causas que llevan a esa elección.

­– ¿Cómo se cura el daño de aquellas experiencias sádicas? ¿Cómo se pasa de ser una sumisa muerta de miedo a una mujer libre?

– Con una buena terapia. Y ojo, digo “buena”. Porque te encuentras terapeutas a puñados que son ellos mismos practicantes de BDSM o que no le dan ninguna importancia y lo ven como “una elección más” que no se meten a juzgar, cuando en realidad, el que una persona acceda someterse a torturas nos debería decir mucho del estado mental de esa persona y en ningún caso pasarse de puntillas. Creo que tenemos sobrevaloradísimos a los psicólogos, que son los nuevos curas de nuestro tiempo, todo estética y poca acción. Pero hay honrosas excepciones, y yo tuve la infinita suerte de dar con quien me ha podido ayudar.

­– ¿Los dominantes son torturadores que se excitan con víctimas dañadas sobre las que ejercer violencia a sangre fría para empalmarse?

­– Por supuesto. Los dominantes saben muy bien a quien escogen, al igual que el maltratador no maltrata a cualquiera. Las mujeres sumisas en BDSM son mujeres con profundos daños en su autoestima y con historias familiares perversas. Los dominantes, los hay de todas clases y colores, hombres con más o menos gracia, más o menos refinados, pero con un denominador común que a estas alturas no sorprende: Les gusta violentar y torturar a mujeres. Y lo que es aún más escalofriante, es lo común que se ha vuelto.

Cuando usas aplicaciones de ligue, es muy frecuente encontrarse a perfiles que dicen abiertamente “soy dominante/kink/master…”, y aunque no lo digan, es también cada vez más frecuente encontrarte con hombres que te asfixian, te dan bofetadas, azotes o te escupen y te insultan durante el sexo sin siquiera molestarse en obtener tu consentimiento antes. Y existe también un desprecio cultural por hacer el amor, por el sexo cuidadoso, que no ñoño, divertido y desde el respeto y el conocimiento mutuo. Se tacha de puritanismo, cuando nada hay más conservador que seguir dándonos de leches en el dormitorio y fuera de él a las mujeres. La revolución para ellos es haber conseguido que consintamos.

– ¿Qué hay de las dóminas? ¿Son más crueles porque como dices “no hay nada más humillante en el mundo que ser una mujer”?

­– Esa afirmación la hice en su día pero refiriéndome a los hombres sumisos que se travisten de mujer para practicar BDSM y ser sometidos por dóminas, no a mujeres dóminas. Entre las dóminas hay dos tipos. La primera y más abundante son aquellas mujeres que encuentran en la dominación una forma de encontrar atención masculina mediante el cumplimiento de los deseos del hombre que aparenta ser sumiso. Y digo aparenta porque el hombre sumiso es un mito y al final las torturas que se llevan a cabo en estas relaciones son siempre las que el sumiso quiere y como el sumiso las quiere, por humillantes y degradantes que parezcan desde fuera.

Estas dóminas no son crueles ya que son mujeres plegadas a los deseos de un hombre al que creen degradar, cuando las degradadas continuamente son ellas. Pero sí existe un reducto de mujeres muy bien camufladas en su entorno, mujeres afables con lecciones muy bien aprendidas y mucha teoría y labia feministas que aprovechan esa influencia para atraer a víctimas a un entorno aparentemente seguro. Y esto es terrible, porque de mujeres no te lo ves venir, no lo quieres creer y la luz de gas que se sufre es devastadora. Muchos espacios BDSM tanto mixtos como no mixtos usan la etiqueta “feminista”, y eso camufla mucha de la violencia que se ejerce de puertas para dentro. Cuídame de las aguas mansas…

Teresa: “Es cada vez más frecuente encontrarte con hombres que te asfixian, te dan bofetadas, azotes o te escupen y te insultan durante el sexo sin siquiera molestarse en obtener tu consentimiento antes”

­– Las prácticas duelen solo de describirlas: golpes, penetraciones anales, ballbusting, pañales cagados y meados para que se los cambien mujeres. ¿Se pueden reinventar aún más estas prácticas violentas?

­– Inventado está todo. Y cuando digo todo, es absolutamente todo. Existe pornografía de la cosa más perversa que te puedas imaginar. Solo hay que saber en qué lugar de internet buscar.

­– ¿La pornografía ha hecho salir del armario y ha normalizado al BDSM?

­– La pornografía es el preescolar del BDSM. La pornografía es la escuela de aprendizaje de la violencia sexual, y mediante la habituación a esta es como se van erotizando más y más las relaciones de poder y la violencia sexual. Es cristalino. Yo sin pornografía no hubiera llegado al BDSM, lo tengo claro. Por supuesto existieron muchos más factores, pero el principal adormecedor fue el porno.

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