La directora y guionista Juana Macías estrena en cines este mes de noviembre Las chicas de la estación. Una película protagonizada por adolescentes en el sistema de tutela de menores, que habla de desarraigo, violencia y explotación sexual, aunque también de amistad y supervivencia. Una historia dura basada en hechos reales que nos desafía para lograr que ellas puedan tomar las riendas de su futuro.
– El origen de la historia son casos desvelados en Mallorca sobre chicas captadas por una red proxeneta. ¿Cuál fue su motivación para abordar esta temática?
– Leí la noticia sobre una violación múltiple de una chica de trece años, que estaba tutelada. Siendo esto terrible, lo que vino después me pareció todavía más desconcertante: un montón de titulares de periódicos hablaban de que había prostitución de menores tuteladas y todo el mundo lo sabía. Lo sabían los educadores, que explican que cuando vienen con unas zapatillas nuevas, saben que las han prostituido. Lo sabían la policía y las instituciones. Esto me impactó, porque esta realidad es terrible y si se sabe hay que hacer algo.
A partir de ahí surgió la posibilidad de hacer una película. También pensé en hacer un documental, pero me decanté por la ficción porque creo que conecta de otra manera con el público. Lo que más me interesaba era conocerlas a ellas. ¿Quiénes son estas chicas? ¿Cómo son esas familias de las que han tenido que salir? ¿Cómo es su día a día en un centro de menores? ¿Y por qué toman las decisiones que toman? Porque a algunas las secuestran y las meten en un piso y nadie sabe dónde están, pero otras hacen esto voluntariamente, ¿esa voluntad de dónde sale? Todo esto es lo que me llevó a meterme en este lío.
“Los educadores explican que cuando vienen con unas zapatillas nuevas, saben que las han prostituido”
– ¿Cómo fue el proceso de documentarse para la película?
– Junto con la coguionista, Isa Sánchez, estuvimos varios meses investigando y hablando con mucha gente directamente implicada: con directores de centros, con chicos y chicas que habían estado tutelados, con educadores, con periodistas que sacaron las noticias de Mallorca, con psicólogos expertos en trauma y en abuso sexual infantil, con madres y padres de acogida. Intentamos tener una idea amplia, lo cual nos produjo bastante vértigo, porque es un problema complejo donde van surgiendo matices y muchas cosas que darían para varias películas. Entonces vino la fase de ver qué entraba y que no entraba, hay que destilar, porque en una película tienes que contar una historia y centrarte en los personajes.
– Noticias de explotación sexual de menores tuteladas se han conocido también en otras comunidades –como el caso Sana, en Madrid, o recientemente en Asturias–, historias que han puesto en evidencia un sistema que no las protege. ¿Ha cambiado algo en los últimos años?
– Sí, sí que ha cambiado. Aunque no se ha puesto toda la voluntad que habría que poner en las soluciones, una vez que pones el foco mediático en un sitio, la sensación de impunidad ya no es tanta. Si es algo de lo que se habla, a lo que se mira, es algo que importa y que no es tan fácil de hacer. Solamente por eso creo que contarlo tiene un valor.
Lo que pasa es que es sistémico, si sólo fuera una red de prostitución, se detiene, se encarcela y se acaba. El problema es más difuso, metido en la sociedad. Por un lado hay que mejorar todo lo que tiene que ver con la protección a la infancia y el sistema de tutela, y por otro lado hay que perseguir a los que cometen los delitos.
– Así que no diría que en esto es antipunitivista.
– No, desde luego. Cuando hay impunidad el mensaje que se lanza es terrible: si tienes dinero, lo puedes hacer, no pasa nada. En algunos casos de explotación sexual de menores tuteladas sí tenemos sentencias con condenas que son contundentes, creo que esta es la única manera, si sólo con educación no se consigue erradicar. Y por lo que se ve en las nuevas generaciones no vamos en la buena dirección.
“Por un lado hay que mejorar todo lo que tiene que ver con la protección a la infancia y el sistema de tutela, y por otro lado hay que perseguir a los que cometen los delitos”
– ¿Qué está pasando en la educación?
– Creo que falla la educación y creo que el feminismo está en un momento muy complejo. Los jóvenes tienen una percepción un poco distorsionada de la situación. De ahí que el machismo y la desigualdad no se hayan terminado, queda mucho por hacer y las redes sociales están siendo el elemento que va en la dirección contraria a la que queremos ir.
– ¿Las redes sociales están siendo una nueva guarida, un nuevo espacio para la violencia sexual?
– Tiktok, o Instagram, lo son. ¿Onlyfans, qué es? Un blanqueamiento tremendo de la explotación sexual. Hay informes internacionales que nos indican que a raíz de la pandemia se han multiplicado las formas de abuso a los menores a través de la red. Incluso de menores inducidos al abuso desde sus propias casas: no hace falta que llegue nadie y los secuestre, sino a través de vídeos autoproducidos para contenido pedófilo.
“Las redes sociales están siendo el elemento que va en la dirección contraria a la que queremos ir”
– ¿Sería bueno que esta película la vieran en los institutos de secundaria?
– Me interesa mucho que la película la vea gente joven, a partir de dieciséis años. Para ver cómo la reciben, lo que normalizan y lo que no. Creo que hay un falso empoderamiento, ese “yo hago lo que quiero” que dice también la protagonista en la película. Pero haces lo que quieres condicionado por tus circunstancias. Y en su caso esas circunstancias son “me han hecho cosas peores sin pagarme”.
– Si una niña explotada dice “yo hago lo que quiero, si total, sin pagarme me hacen lo mismo”, ¿qué respuesta hay para eso?
– Cuando uno no se percibe a sí mismo como víctima de un abuso, no se puede revelar contra ese abuso. Creo que de esto habla la película. La película habla de la explotación sexual y habla de otras cosas, de la amistad, de la capacidad de resistencia. Y habla también de cómo lo importante es cambiar el foco de lo que te está pasando. Si ella todo lo que quiere es sacar algo de rédito de eso que ya sabe que le va a pasar, entonces para cambiar esa mentalidad necesita algún tipo de ayuda externa.
“Cuando uno no se percibe a sí mismo como víctima de un abuso, no se puede revelar contra ese abuso”
– A través de un educador, en la película hay un símbolo acerca de cómo nos influyen los cautiverios de nuestra infancia, ¿es una clave del significado de la película?
– Ahí hay una metáfora, sobre cuando alguien no está encerrado porque esté bajo llave, sino porque ya no quiere salir, hay una cadena invisible, mental. De cómo uno se percibe a sí mismo y de lo que tolera, lo que normaliza. Yo no quería hacer la película desde mi juicio –a mí me parecen terribles ciertas cosas–, quería hacerla desde las niñas que normalizan los abusos. El educador intenta hacer reflexionar a la niña para que no se deje atrapar por aquello ante lo que no podía rebelarse en el pasado, no podía reaccionar. Hacia el futuro, tiene la capacidad de tomar las riendas de su vida. Al final no puedes elegir de dónde vienes, pero sí a dónde vas. Sobre todo, de ser consciente de si te están haciendo daño.
– Las tres protagonistas son Julieta Tobío, Salua Hadra y María Steelman, todas ellas muy jóvenes y sin experiencia anterior en el cine. ¿Cómo fue el trabajo con ellas?
– Hicimos un casting por institutos, centros de menores, en las redes sociales. Buscamos a algunas que no tuvieran experiencia porque yo quería que no estuvieras viendo a actores interpretando, sino que tuvieras la sensación de estar viendo a los personajes. Dos de ellas han estado en centros tutelados bastantes años, es algo que conocen de primera mano y que también han incorporado. El trabajo con ellas fue un poco diferente, tenía que generar vínculos entre ellas y por otro lado, yo tenía que conocerlas.
“Dos de las protagonistas han estado en centros tutelados”
– Usted cuenta con un Premio Goya al mejor corto de ficción por Siete cafés por semana, la Biznaga de Plata del Festival de Málaga por Planes para mañana y Las chicas de la estación ha recibido el Premio del Jurado Joven en el Festival Internacional Schlingel (Alemania). ¿Hay resistencias en el mundo del cine a dar reconocimiento, o financiación, a la creación de una mujer por el hecho de serlo?
– Soy socia de CIMA, Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, de la que he sido vicepresidenta, y conozco cómo funciona el audiovisual. En los últimos diez años ha cambiado muchísimo. Nosotras lo primero que hicimos fue medir. Cuando yo entré, en el 2006, había entre un ocho y un trece por ciento de mujeres directoras, y ahora estamos en un 25 o treinta por ciento. ¿Qué es lo que ha cambiado entre medias? Se ha trabajado mucho por dar oportunidades a las mujeres en el cine. Y eso se concreta en cuotas e impulso en la financiación pública, también hemos impulsado programas de mentoring, para dar oportunidades a que salgan proyectos de directoras. Ahora hay muchas más mujeres dirigiendo, o técnicas. En el audiovisual ya no es una cosa anecdótica.
– ¿Las asociaciones han sido importantes en eso?
– Han sido claves para el cambio, para mover una inercia muy establecida: no es que no quieras contratar a una mujer, es que no se te ocurre porque no tienes referentes. Si tienes un incentivo para buscarla, buscas, porque las hay. ¿Sigue habiendo desigualdad? Sí, porque aún no estamos al cincuenta por ciento, porque los propios proyectos de mujeres siguen generalmente teniendo menos presupuesto que los de los hombres y eso condiciona el tipo de películas que se pueden hacer. Pero todo va encaminado a un cambio muy significativo. Y eso también afecta a los contenidos: qué tipo de personajes se cuentan, qué tipo de historias. Creo que estamos en el punto en el que ya estamos consiguiendo que se deje de hablar de “la mirada femenina”, como si fuera una, porque cuando hay muchas mujeres ves la variedad, que somos muy distintas.
“Estamos consiguiendo que se deje de hablar de “la mirada femenina”, como si fuera una, porque cuando hay muchas mujeres ves la variedad”
– El #MeToo, como afloramiento del acoso y la violencia sexual, tuvo su origen en el mundo del cine. ¿Qué opinión tiene del fenómeno? ¿Ha habido un #MeToo en España?
– El #MeToo fue un movimiento que nació en Estados Unidos, que se globalizó y fue muy importante por la posibilidad de dar voz a cosas que estaban pasando. Lo que me preocupa, ahora mismo, es que hay una excesiva dependencia de las redes sociales para hablar de este tipo de abusos. Tenemos que conseguir que cuando haya abusos se denuncien. Los testimonios anónimos o los medios de comunicación han servido para sacar a la luz casos que no podían ir por otro lado. Pero creo que con eso no llega, y también puede haber distorsiones y una especie de inmediatez que puede ser contraproducente. El #MeToo y su estela han hecho que muchas mujeres se atrevan a contar cosas. Ahora, lo que hay que hacer es denunciarlas, que ahí están los mecanismos con garantías para todo el mundo.
– Desde la intervención en violencia nos dicen que hay que proteger a las mujeres, aunque no den el paso de la denuncia. Que el proceso judicial tiene para ellas muchas veces consecuencias, que puede revictimizarlas.
– Obviamente hay un problema a la hora de denunciar si vas a pasar por un calvario. Lo que pasa es que tampoco se puede convertir todo en una denuncia en redes sociales, ahora la balanza se ha inclinado. Por eso en la película la periodista se acerca a la protagonista y le dice que ha estado intentando reunir denuncias para que no sea una sola: si esto ocurre, unámonos.
“Ahora mismo hay una excesiva dependencia de las redes sociales para hablar de este tipo de abusos. Tenemos que conseguir que se denuncien”
– ¿Su próximo proyecto dará también el protagonismo a las mujeres?
– Se rueda en marzo y será una película coral, una road movie en la que la protagonista es una mujer joven que tiene Parkinson. Se llama Looking for Michael, Buscando a Michael, por Michael J. Fox.
– Usted también ha dirigido algunos capítulos de la serie Las Abogadas, que puede verse en RTVE, basada en las biografías de Manuela Carmena, Cristina Almeida, Lola González y Paca Sauquillo en el tardofranquismo. En la serie es palpable cómo sus propios compañeros de lucha “aparcaban” en un segundo plano las reivindicaciones feministas. ¿Piensa que se han cumplido las aspiraciones de libertad para las mujeres de aquella generación que luchó contra la dictadura?
– Yo creo que en parte se han cumplido. Esa generación encontraba que legalmente no podía divorciarse, una mujer no podía abrir una cuenta, ni podía viajar, ni tenía autonomía. Si en general no había libertad, las mujeres tenían todavía menos libertad y menos independencia. Ahora mismo hay todo un sistema legislativo por el que ya no hay que luchar, pero en la realidad cotidiana hay cosas que estas mujeres tenían en el ideal que todavía no están conseguidas, como ocurre con la violencia sexual, el machismo, menores sueldos. La serie de Las Abogadas, que está creada por Patricia Ferreira, sólo habla del periodo de cuando ellas eran jóvenes. Además provenían de familias acomodadas, son mujeres de élite en su contexto. La serie intenta ponerlas en valor y hay pinceladas sobre la causa de las mujeres en una época en la que ni siquiera tenían anticonceptivos. En su caso hay una lucha consciente, saben lo que quieren conseguir y luchan por ello, y para Las chicas de la estación hay una lucha por la supervivencia.
“Para Las chicas de la estación hay una lucha por la supervivencia”
– ¿Cómo influyen las desigualdades sociales y económicas, y específicamente para las chicas jóvenes?
– Influyen mucho en el caso de estar en un entorno familiar desestructurado y viviendo en un centro. Sobre todo hay la sensación de que no hay planes de futuro. Hay un momento en la película en que una de ellas dice “aquí nadie acaba nada”. Es vivir el presente y sobrevivir, no tienen esa mirada de proyección. Y cuando no tienes una proyección no sabes por lo que tienes que luchar. Una cosa que me llamó mucho la atención cuando estaba haciendo la investigación es que muchas veces hay sagas familiares que terminan en centros, es decir, madres a las que les quitan los niños, niños que crecen en centros, las hijas son madres jóvenes, sus hijos van al centro de menores… es una especie de círculo del que no se sale. Como una cadena que hay que romper en algún punto.
– ¿Se considera feminista?
– Sí. Soy feminista porque creo en la igualdad entre hombres y mujeres.