Alda Facio: “La razón de que aumente la violencia contra las mujeres es que no hay igualdad”

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La costarricense Alda Facio es una figura internacional en la construcción de los derechos de las mujeres. Jurista, escritora y experta feminista en derechos humanos, ha sido Relatora del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre la Discriminación contra las Mujeres y las Niñas. Este otoño dirige el curso sobre el feminicidio organizado por la red académica (RAIEPP) de la que forma parte, y es una de las profesoras del máster en violencia sexual de la Universidad Ramón Llull. Su conocimiento sobre la lucha contra el feminicidio, la violencia sexual y las amenazas a esos derechos de las mujeres arduamente logrados refleja una honda preocupación: el aumento de la misoginia.

– El actual macrojuicio por violencia sexual en el sureste de Francia ha conmocionado a la opinión pública europea. El principal implicado, Dominique Pelicot, encausado junto a otros cincuenta hombres, reclutó al menos a 72 agresores para violar a su esposa estando drogada por él e inconsciente. La prensa le llama “el monstruo de Mazan”. ¿Son monstruos o son “hombres normales”?

– Pienso que son las dos cosas al mismo tiempo. Él es un monstruo por la cantidad y el tiempo que la estuvo drogando y haciéndole tanto daño. Pero no es excepcional el caso en cuanto a que hay muchísimos hombres con una misoginia y un odio a su mujer igual, a la que matan o la violan. Es terrible que los inculpados aceptaran la invitación, y dijeran que no sabían que era contra su voluntad. Hay que concienciar más a los hombres en que si la mujer no da un consentimiento claro, obvio, en el que no puede haber dudas, siempre será una violación. Tampoco si es forzado o coercitivo, como pasa en la prostitución. Nunca se puede validar el consentimiento en prostitución.

– El que una víctima sea violada por muchos hombres es lo que pasa a diario en los prostíbulos. Sin embargo, no se produce ese rechazo social cuando ellas son prostituidas.

– Hay mucha mala interpretación de lo que es el consentimiento en lo legal. Se cree que si una mujer entra “con su propia voluntad” –entre comillas– a un prostíbulo, está dando el consentimiento a todos los hombres que entren ahí. Lo tenemos que aclarar más, especialmente a los jueces y juezas.

“Nunca se puede validar el consentimiento en prostitución”

– Catharine MacKinnon critica la regla legal del consentimiento, y propone utilizar otras fórmulas. ¿Qué opina de esto?

– En la doctrina jurídica es el consentimiento lo que se discute en caso de violación. Cambiar una institución legal de cientos de años no es tan fácil. Los jueces no son ajenos a la sociedad a la que pertenecen. En América Latina y en Estados Unidos pasa muchísimo que los jueces consideran si la mujer no luchó lo suficiente en una violación. Incluso algunos, sin ninguna vergüenza, afirman que la mujer violada es sólo la que luchó hasta morir. En eso se ve una misoginia terrible.

–¿Y en España?

– En el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre la Discriminación contra las Mujeres y las Niñas vimos cómo en España el poder judicial está lleno de estereotipos, no sólo en la violencia sexual. Lo difícil con la violencia hacia las mujeres y niñas es que no siempre se denuncia, y también que es diferente lo que cada Estado considera como un caso de femicidio o de violencia sexual, por eso no se puede comparar un país con otro. Lo que sí puedo decir con toda seguridad es que a las Relatoras nos impresionó muchísimo que hubiera tantos casos en España de padres que asesinan a sus hijos para vengarse de la madre, algunos de los cuales después se suicidan.

– ¿Es una justicia patriarcal?

– Es justicia patriarcal o justicia sexista. Justicia ignorante. Siendo Relatora me tocó formar a jueces en España, precisamente por el caso de Ángela González Carreño, a la que obligaron a llevar a la hija con su padre, que asesinó a la niña [durante varios años, Ángela González Carreño presentó denuncias contra su exmarido con el fin de proteger a su hija Andrea, de manera que la menor no tuviera que pasar tiempo a solas con él, tal y como habían ordenado los tribunales. En 2003, el padre asesinó a la niña, de siete años, y se suicidó. En 2014, el Comité CEDAW concluyó que España había violado los derechos humanos de la demandante en virtud de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer].

Quien asesinó a la hija de Ángela González Carreño fue el poder judicial. Fueron los jueces que obligaron a llevarla con él, a pesar de que la niña decía que no quería, de que la madre decía que era peligroso, de que había denuncias.

“En España el poder judicial está lleno de estereotipos”

– Usted dirige ahora un curso sobre “feminicidios en el siglo XXI”. ¿Qué es un feminicidio?

– Hay que diferenciar tres tipos penales. Uno es el asesinato de una mujer, que no sea por razón de serlo. Otro, el femicidio, es cuando se mata a una mujer por ser mujer. Y el tercero, el feminicidio, lo agregó Marcela Lagarde al explicar que se daba en un ambiente de impunidad y el Estado tiene su responsabilidad en ese crimen perpetrado por el marido u otro hombre. Eso es muy importante, porque la mayoría de los casos son feminicidios y no femicidios.

– Cuando se dice “el asesinato de una mujer por ser mujer”, ¿el público en general entiende qué significa eso?

– En algunas leyes se dice “por razones de género”, lo que todavía es más difícil de entender. Si, por ejemplo, un hombre entra en un hospital y mata a quien se le pone enfrente, y entre esas personas hay un montón de mujeres, pero eso no estaba en la cabeza del agresor, sino que nada más quiere asesinar porque considera que los hospitales no hacen el servicio que tienen que hacer, es un asesinato de mujeres a las que no mató por ser mujeres. Las mató porque estaban ahí. Entonces no hay una diferencia de género –aunque para mí siempre tiene que ver con ello–. Decimos que es un asesinato u homicidio de mujeres.

Un femicidio es cuando un hombre mata a una mujer por ser mujer: quiere decir que la mató porque era su esposa, porque la quería violar, porque estaba muy enojado con las mujeres. El femicidio es una pauta. Un ejemplo: un hombre que entró en la Universidad en Montreal y mató a las estudiantes de ingeniería un 6 de diciembre, un día que se conmemora en Canadá [el 6 de diciembre de 1989, Marc Lepiné entró armado en la Escuela Politécnica de Montreal, mató a 14 mujeres y a continuación se suicidó. Antes de comenzar a disparar, ordenó salir de la sala a todos los hombres. La policía encontró entre sus ropas una carta en la que acusaba a las mujeres de sus fracasos y prometía vengarse]. Ahí sí es femicidio porque las está matando por ser mujeres. Él quería estudiar ingeniería y no logró entrar, y sostenía que ellas le habían quitado su espacio.

Según Marcela Lagarde, hay dos razones para distinguir femicidio de feminicidio. La primera, la traducción que se hizo al español de un término que viene del inglés, femicide, está mal hecha, y debería ser feminicidio. Y ella le agrega otra razón para hablar de feminicidio, especialmente en México: que el Estado no hace nada. La impunidad que reina en México está diciendo sutilmente a la sociedad que eso está permitido, que en la práctica no van a recibir ningún castigo.

Y no habla sólo del poder judicial, sino también de las telenovelas, las leyes, los medios de comunicación, que juegan un rol muy importante. Pero en una violación de derechos humanos el responsable es el Estado. El Estado tendría que hacer algo para que esos medios de comunicación no den la información tan sesgada como la dan.

“El femicidio es una pauta”

– A diferencia de América Latina, en España y en Europa no existen el feminicidio ni el femicidio en los códigos penales. ¿Hace esto que haya cierto retraso en la comprensión del concepto?

– Sí, está en casi todos los códigos penales de América Latina. En cuanto a la violencia, las latinoamericanas empezamos a denunciarla desde los años setenta, y por eso esta es la primera región del mundo que tiene una convención sobre la violencia dirigida expresamente contra las mujeres, la Convención de Belém do Pará, de 1994.

– Los últimos informes de Naciones Unidas sobre el feminicidio indican que, globalmente, no se está reduciendo su número. ¿Por qué no estamos logrando bajar esa cifra?

– No sólo no se reducen, sino que los feminicidios están aumentando en el mundo. La misoginia está aumentando. Toda la violencia contra las mujeres es multicausal. La ley ayuda a concientizar, pero cuando hay ley no se acaba el problema. Lo que tratamos de enfatizar es que la razón de que aumente la violencia o que se mantenga igual en algunos Estados, es porque no hay igualdad. Donde hay desigualdad entre hombres y mujeres, siempre hay violencia. Y por eso el Comité CEDAW desde 1992 hizo su Recomendación General número 19, importantísima, donde dice que la violencia es la máxima forma de discriminación contra las mujeres, y la discriminación contra las mujeres es la falta de igualdad, en todos los campos.

Eso cuesta que se entienda. En Estados Unidos, que es uno de los pocos países que ni siquiera ha ratificado la CEDAW, había un movimiento para una nueva convención mundial sobre violencia contra las mujeres, y no entienden que ya existe. Quiero destacar que hay que estudiar y dar difusión a la Convención de la CEDAW, en forma popular. Porque si más gente entendiera la igualdad sustantiva, la gente la querría.

“Los feminicidios están aumentando en el mundo”

– Desde el ámbito conservador nos dicen que ya hay igualdad ante la ley.

– La igualdad tiene varias formas de entenderse. Muchas personas piensan que la igualdad formal o la igualdad jurídica significa tratar igual a todas las personas. Si usted trata a todo el mundo exactamente igual, lo que mantiene es la situación como está: las mujeres tienen menor salario, menor poder, menor acceso a los puestos de decisión.

Otra forma de entender la igualdad es pensar que a las mujeres tenemos que protegerlas de ciertas cosas por ser más débiles. Es cierto que, en general, las mujeres tenemos menos fuerza que los hombres. Pero eso no explica por qué nos matan, porque entonces, todos los hombres que son asesinados deberían de ser los que tienen menos fuerza, y no es así.

De lo que hablamos es de una igualdad sustantiva, lo que quiere decir que toma en cuenta las diferencias biológicas y las diferencias causadas por la socialización patriarcal. La Recomendaciones Generales 19 y 35 de CEDAW hablan muy claramente de lo que es la violencia contra las mujeres. Si las diferencias biológicas no se toman en cuenta no podemos lograr la igualdad. Y eso es lo que está pasando con las leyes que están borrando el sexo.

La igualdad es compleja, requiere que se logre en todos los sectores, en todos los espacios, en todos los niveles. Si hay un espacio donde todavía hay discriminación, no hay igualdad en ninguna parte. Si las mujeres tienen menos poder en el deporte, no tienen igualdad todavía, como hemos visto en los Juegos Olímpicos. Si usted empieza a dejar que entren hombres a la categoría deportiva de las mujeres, quiere decir que ya la categoría no existe. Se está creando una narrativa que habla de que el sexo no existe.

“De lo que hablamos es de una igualdad sustantiva, lo que quiere decir que toma en cuenta las diferencias biológicas y las diferencias causadas por la socialización patriarcal”

– ¿Qué pasaría si el sexo no existiera en las normas legales?

– Que las mujeres saldríamos perdiendo. La sociedad está hecha con el modelo del hombre, y las mujeres hemos luchado para que haya leyes, protecciones específicas para las mujeres. ¿Si el sexo no existe, entonces a quién se protege? Es una categoría muy importante para el Derecho. El objetivo de ese proyecto es eliminar los derechos de las mujeres.

– Ha escrito que sólo hace treinta años que las mujeres hemos conseguido la categoría de humanas, con la Declaración de Viena de Naciones Unidas, un logro en el que usted tuvo un papel destacado. Sin embargo, afirma que ahora estamos en una época de reacción. Además de la desaparición de la categoría sexual, ¿hay otras amenazas?

– Muchísimas. La discriminación contra las mujeres se ha vuelto mucho más sutil en un país como España, donde las mujeres ya tienen mucha más libertad de decisión. Muchos hombres piensan que todo lo que sea en pro de las mujeres o en su protección es un “privilegio”, como poder tener espacios propios. Esos hombres están enojados, sienten que “la mujer está yendo demasiado lejos”. Ellos mismos están confundidos, no saben qué es lo que tienen que hacer.

Ese es el problema del androcentrismo. ¿Por qué tiene que haber un libro, o una clase, sobre la historia de las mujeres? Pues porque la historia de las mujeres no ha sido contada, lo ha sido la de los hombres. El modelo de lo humano es un hombre. Muchos jóvenes no saben que las mujeres sólo tenemos treinta años de ser humanas para los derechos humanos. La violencia contra la mujer no era hasta entonces considerada una violación de los derechos humanos.

– En Afganistán, el abandono de las mujeres en un régimen de brutal apartheid ocurre ante la indiferencia de las potencias occidentales. Esos derechos quedan en nada.

Es tan triste que cuesta hablar, al igual que hablar de Palestina. También de las mujeres en Irán, pero en Afganistán es más fácil poner un régimen de apartheid al ser un país menos desarrollado. Se pueden quitar los derechos a las mujeres en un país en cualquier momento. Afganistán incluso había ratificado la CEDAW. Cuando estuve de Relatora sobre discriminación contra las mujeres por seis años en Naciones Unidas, me di cuenta de que lo parecido que es el patriarcado, en los valores, en todo el mundo. Se presenta de diferentes maneras en cada cultura, dependiendo de distintos factores, pero en realidad no hay un solo país donde donde se valore a las mujeres igual que a los hombres, donde los padres se alegren igual cuando nace una niña que cuando nace un niño.

– El abolicionismo considera la prostitución una violación de los derechos humanos de las mujeres. ¿Se ha avanzado en los últimos años?

– Yo creo que hemos avanzado en la claridad de lo que significa la prostitución. Ahora podemos hablar con mayor criterio: ya no es una cosa de moralidad ni de religión, sino que es una cuestión que se puede analizar desde el ámbito de los derechos humanos. Pero a la vez ha crecido el movimiento a favor de que las mujeres puedan ser “trabajadoras sexuales”, con los mismos valores de desprecio por las mujeres, la misma misoginia de los vientres de alquiler. He trabajado con la Relatora de Violencia contra la Mujer, Reem Alsalem, que acaba de presentar el informe de la prostitución como violencia contra las mujeres. Ella está siendo hostigada en Naciones Unidas para que no sea escuchada y hay gente joven que simplemente cree que está contra las mujeres. Todo esto lo han hecho de forma muy estratégica, también porque tienen mucho dinero.

“No hay un solo país donde donde los padres se alegren igual cuando nace una niña que cuando nace un niño”

– En relación a ese aumento de la misoginia, en España hay preocupación sobre el alza de la violencia sexual que se registra. En su última Memoria, la Fiscalía alerta de la “alarmante espiral que no para de crecer” de delitos sexuales cometidos por menores. ¿Qué podemos hacer?

– Tiene que ser una estrategia multisectorial. ¿Por qué está aumentando tanto la violencia de los adolescentes contra las mujeres, adolescentes y niñas?: porque la pornografía creció exponencialmente. ¿Cómo “aprenden” los niños sobre el sexo?: viendo pornografía en Internet, antes no tenían ese acceso. Y la violencia que hay en la pornografía también ha aumentado. Su misoginia está haciendo que los niños crean que el sexo tiene que ser violento y doloroso para las mujeres. Hay que hablar de que la pornografía te miente y hace daño.

La campaña contra la pornografía también ha de hacerse de forma inteligente y destacar el lado positivo del sexo, que se puede gozar más si las personas gozan, hablando de toda la maravilla que es la no violencia y el placer. El sexo es importante, pero no es lo más importante en la vida. Es tan importante como comer, como conversar. La actividad humana es muy rica y si sólo le damos importancia a una forma de manifestarse estamos haciendo la contra a lo que era en la religión católica el sexo prohibido, como pecado, ahora parece que el sexo es todo. 

En el contexto en que se dio la liberación sexual, en los sesenta y los setenta en Estados Unidos, que yo viví allá, las mujeres veníamos de ser sumisas, vivir para otros y de repente somos libres, ¿y para qué? para dar placer a otros, para para ser otra vez sumisas. Para mí la libertad sexual es cuando puedo decir no quiero, no me interesa. Y la libertad sin igualdad no es libertad. Esa es una discusión que tengo siempre con quienes, en derechos humanos, dicen que la libertad es un valor por sí mismo. Y no, si el contexto es de desigualdad, no hay libertad.

“La libertad sin igualdad no es libertad”

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