Por Amelia Tiganus – Autora de “La revuelta de las putas”
El pasado 2 de octubre se empezó a tratar el tema de la prostitución en el programa La Roca (La Sexta). Aparte de la presentadora y de las habituales personas colaboradoras del programa, participó como invitada en el debate Piikara, una prostituta defensora de “la prostitución como trabajo”. A raíz de su intervención –donde salí nombrada– me invitaron a participar en el siguiente debate, el día 9. Acepté la invitación, no sin negociar varias cuestiones antes. Pedí que mi intervención no se realizara por videoconferencia (tal y como me ofrecían) sino en plató, y que me presentaran como escritora y superviviente de prostitución. Cansada de ser presentada como víctima, exprostituta o “extrabajadora sexual” por los medios de comunicación –que no solo obvian quién soy, qué represento y en qué me he convertido actualmente, sino que además me nombran con un lenguaje antagónico a los valores que defiendo como activista feminista hace más de seis años–, quise asegurarme de este mínimo, ser nombrada adecuadamente.
En esto de que el lenguaje importa las feministas llevamos más de tres décadas siendo tachadas de exageradas, porque ¿qué más da? Resulta que sí importa cuando de entrada desde redacción me informaron de que esta “exigencia” mía no saben si podrán cumplirla por “resultar violenta” y que mejor poner solo “superviviente de trata” ya que en plató volvería a estar Piikara y además ella no les exigió nada. Según el redactor, podría resultar violento ya que si ella defendía la prostitución “como un trabajo” y yo me nombraba superviviente de prostitución se creaba un conflicto de conceptos. ¡Ay, los conceptos y las exigencias! ¿Por qué iba a exigir Piikara nada, si el título del debate resultó ser “Cara y cruz del trabajo sexual”? Ese empeño en hacer creer que hay una prostitución buena y una mala no nos deja indiferentes a quienes defendemos que las mujeres no hemos nacido para servir sexualmente a los hombres, que no existimos para “trabajar” en sus eyaculaciones y disfrute sexual.
Ese empeño en hacer creer que hay una prostitución buena y una mala no nos deja indiferentes a quienes defendemos que las mujeres no hemos nacido para servir sexualmente a los hombres
Podría seguir con más detalles sobre los perversos entresijos del programa, pero me centraré en el debate. ¿Qué debate?, podrían decir quienes lo han visto: acabó siendo un cara a cara mío con Juan del Val, marido de la presentadora y colaborador inmutable del programa. El mismo que una semana antes había dicho que “todos vendemos algo” y que cada uno venda lo que quiera libremente. El mismo que cerraba el debate del 2 de octubre con la pregunta “¿Cuántas putas hay en España?” El mismo que media hora antes de sentarme en plató clamaba al cielo por los gritos machistas del Colegio Mayor Elías Ahúja, porque llamar a las alumnas del Colegio Mayor Santa Mónica putas es un acto machista y lamentable en una sociedad como la nuestra. El mismo. Él, que cuando me negué a entrar en el falso debate que proponía sobre “la libertad” de las mujeres de ser putas y propuse hablar de la libertad sexual de las mujeres, la libertad de no ser prostituidas, no dudó ni un momento en decirme que eso era otro debate, otro tema.
Piikara casi no habló. Para qué, si Juan del Val se convirtió en el más ferviente defensor de “la libertad” de las mujeres de venderse. “La libertad” de ser putas. Nada le importó mi intención de hablar de los puteros –esos 4 de cada 10 hombres de este país que no quieren escuchar un no y por eso compran un sí a las mujeres más vulneradas del planeta–. Tampoco quiso entender que no podemos hablar de libertad mientras no haya igualdad y justicia social. Tampoco que dos días antes varias asociaciones de supervivientes de prostitución presentamos en el Congreso nuestras propuestas de mejora de la ley contra el proxenetismo presentada por el PSOE con el apoyo del PP. Tampoco que no podemos legislar basándonos en lo que individualmente a una persona le viene bien, si eso alimenta la desigualdad de clase y entre sexos. Tampoco que nos estamos jugando el futuro de todas las niñas con esta cuestión. Porque gritarles putas es machista, pero utilizarlas cual receptáculo de semen “es un trabajo”.
Gritarles putas es machista, pero utilizarlas cual receptáculo de semen “es un trabajo”
La guinda del pastel fue la intervención por videoconferencia de América Trujillo, presentada como abogada española residente en Nueva Zelanda. Tras la búsqueda de referencias sobre esta supuesta abogada, solo hemos encontrado que gestiona una empresa de turismo que ayuda a personas que quieren trabajar y/o estudiar en Nueva Zelanda a cumplir su sueño. ¿Cuántos sueños rotos en un país donde ser manoseada, babeada y penetrada por boca, vagina y ano se considera un trabajo? Me llamó la atención la falta de rigor en su forma de hablar –atípica en una persona dedicada a la abogacía– así como sus titubeos a la hora de contestarme, tras interpelarla y corregirle el uso del término “trata de blancas” (obsoleto, clasista y racista) y pedirle que utilizara el término correcto, trata con fines de explotación sexual, además de tener en cuenta los testimonios de las supervivientes de prostitución de Nueva Zelanda, país donde según “su opinión y lo que ha podido investigar antes de entrar al programa” la trata no existe.
¿Cuántos sueños rotos en un país donde ser manoseada, babeada y penetrada por boca, vagina y ano se considera un trabajo?
Hablando de formas atípicas de expresarse, también me han comentado que mi forma de hablar no se corresponde con lo que esperaban de mí. Que mi intervención fue prepotente, con un discurso demasiado político para el gusto de quienes esperaban la opinión de una víctima, tal y como anunciaba la promoción del programa: ¿Qué opinan las víctimas?
No fui a opinar como víctima. Fui a argumentar como experta en el sistema prostitucional y como defensora de los derechos humanos de las mujeres y las niñas. No sé cuántas madres y padres habrán visto ese programa y cuántas de esas personas han pensado que la prostitución tiene algo que ver con sus hijas. Imagino que pocas. Poca gente, porque aún se piensa que las putas son las otras, las hijas de otros, las madres de otros, las compatriotas de otros. Las putas de todos y las mujeres de nadie en particular porque las putas no somos mujeres. Qué pena más grande que su desconexión moral y empática les impida luchar por un mundo y un futuro mejor para sus propias hijas, las putas del mañana. Y por un futuro y un mundo mejor para sus propios hijos, los puteros del mañana.
Tras mi aparición en el programa he sufrido ataques organizados y hasta me he quedado sin mi mayor altavoz, mi cuenta de Instagram con 38.000 seguidoras que tanto me ha costado levantar. He abierto una nueva para empezar de cero mientras sigo intentando que me la devuelvan. Instagram me ha cerrado la cuenta por denuncias masivas “por fomentar la trata de personas”. Estas denuncias se han realizado desde un grupo organizado contra la abolición de la prostitución, formado principalmente por hombres, que organizan encuentros de diputados y diputadas con quienes ellos llaman “trabajadoras sexuales” para mostrarles lo bien cuidadas y lo libres que son, de cara a frenar la ley contra el proxenetismo que se está debatiendo en el Congreso en estos momentos. El lobby proxeneta me la tiene jurada, como a muchas de mis compañeras. Pero a mí lo que me preocupa es esta sociedad adormecida, los medios de comunicación al servicio del sistema opresor y la clase política que gobierna por y para los privilegios sexistas, racistas y clasistas.
Qué pena más grande que su desconexión moral y empática les impida luchar por un mundo y un futuro mejor para sus propias hijas, las putas del mañana. Y por un futuro y un mundo mejor para sus propios hijos, los puteros del mañana
¿Que cuántas putas hay en España? De momento no lo sabemos, porque no hay investigaciones serias al respecto. Dicen que entre 40.000 y 200.000. Creo que son muchas más, ya que ahora las redes sociales funcionan como plataformas prostituyentes. ¿Cuántas putas habrá en España? Todas las que necesite este sistema criminal para seguir funcionando. Porque no todas somos prostitutas, pero sí todas somos prostituibles. Mírale a los ojos a tu hija y dile que no se preocupe por el futuro. Que si algo va mal siempre podrá meterse a puta con el amparo del Estado. Porque ella no es alguien especial para el crimen organizado. Es una niña y será una mujer. Al igual que las rumanas, nigerianas, colombianas y chinas que tu pareja, padre, amigo, hermano, vecino o conocido utilizan todos los días para vaciarse del odio contra todas nosotras. Abolir la prostitución es nuestro deber ético y no admite demora. Nos jugamos demasiado para que así no sea. ¿Piensas seguir de brazos cruzados?