Carol L.: “Como niña tutelada, mujer prostituida y madre, el Estado me falló”

Carol L.
Carol L. (Ibiza, 1980) es superviviente de la violencia masculina desde que tiene memoria: malos tratos, abuso sexual, palizas, violación, todo ello antes de ser captada para la prostitución siendo menor de edad. Después, hijos arrancados por un sistema social que no la protegió ni como niña, ni como víctima de la prostitución ni como madre. Si la vida de Carol L. trae al presente el eco de Los Miserables, “estar cuerda es todo un logro”, dice en un relato en el que ríe, llora, se enfada o da besos a sus hijos pequeños. En la actualidad es una referencia en la causa abolicionista y una de las impulsoras del Manifiesto de las supervivientes del sistema prostitucional, en favor de las mujeres y niñas más vulnerables. Esta es la voz y la historia de Carol L.

– Ha explicado que en su familia de origen había mucha violencia y precariedad.

– Sí. Tengo recuerdos traumáticos de la violencia que vivía con mi madre y mi padre, de agresiones físicas contra ella siendo yo muy pequeña, con tres o cuatro años. La amenazaba de muerte, intentó tirarla por la ventana, le metió la cabeza dentro de la lavadora… aparte de eso, había mucha precariedad en casa. Mi padre era heroinómano. Ella acabó dejándole.

¿Fue víctima de abuso sexual infantil?

– El abuso sexual en la infancia no fue dentro de mi familia. Yo vivía en un pueblo costero de Galicia, y estaba con mi hermano pequeño, que en aquel momento estaba vivo, en el muelle, enfrente de casa. Vino un señor al que ya habíamos visto antes, que era del pueblo. No sabía que era un delincuente sexual. Estábamos allí pescando, y el hombre apareció y me dijo “ven, ven, que tengo cebo para tu hermano”. Y fui confiada hasta el lugar donde decía. Me hizo lavar las manos, se las lavó él. Y ahí empezó a a sobarme, me metió las manos por dentro de la ropa interior. Estaba helada, me agarró por detrás. Recuerdo el contacto de sus manos por mi piel, horrible. Me revolví y salí corriendo pidiendo auxilio. Lo siguiente que recuerdo es ese señor en la puerta de casa. No sé qué pasó entre tanto. Tenía diez años.

– ¿Cree que esa violencia en la infancia influyó en su futuro, de algún modo?

– Sí, estoy segurísima, influye en las relaciones afectivas, cómo normalizas la violencia desde la niñez. Aunque había momentos en que me rebelé, porque pensaba “esto no puede ser, no es normal”, pero eso fue más adelante, en la adolescencia. Antes, mi madre al quedarse sola nos envió fuera unos años, a Argentina, con mi abuela. Poco a poco me fui sintiendo abandonada. Esto es algo que a día de hoy –y tengo 42 años– todavía siento. Yo tengo un hueco, aún me encuentro buscando a la madre, a esa figura de protección, ese pecho donde llorar. La sensación de exilio, la falta de aprecio, es algo que hablo con una psicóloga que me está ayudando de forma gratuita, porque muchas veces digo que de puta se sale, de precaria no. ¡Salir de la precariedad es muy difícil!

– ¿Qué pasó en su adolescencia?

– Cuando mi madre inició una nueva relación, volvimos. Y ocurrió que mi hermano murió de una forma trágica, lo atropellaron. En ese momento mi madre se quiebra, yo digo que ella murió ese día también. Ahí ya me quedo sola del todo, mi madre solo se dirige a mí para decirme “bájame por un gin tonic”. Ella tampoco tuvo apoyo psicológico. Tuve un intento de suicidio, me tomé las pastillas de mi madre, salí a la calle y me caí redonda. Me llevaron al hospital, aparecieron los servicios sociales y acabé siendo tutelada, con doce años.

“Muchas veces digo que de puta se sale, de precaria no. ¡Salir de la precariedad es muy difícil!”

– ¿Es consciente de que lo que está contando responde a un patrón de vulnerabilidad?

– Lo sé. Lo estamos viendo con un montón de niñas tuteladas. Ella tenía todo el patriarcado y toda la violencia encima, y eso no quita para que fuera una madre tóxica para mí. Ahora no tengo relación con ella, es complicado. Volviendo a mis doce años, en 1992, entré a un piso tutelado en Ourense, regido por monjas oblatas, ahí vi violencia física.

– ¿A qué se refiere, qué vio?

En el piso tutelado vi a las monjas golpear a un niño de unos cuatro años de tal modo que llegó a dar con la cabeza en la pared. La supuesta solución estatal que debía habernos protegido, no lo hizo. A mí me pegaron también, solo una vez, porque ya era más grande y me revolvía. Luego me castigaban.

– ¿Iba al colegio?

– Sí, sí. En el colegio he sido una inadaptada, y eso que me gustaba estudiar, escribir, hacer redacciones. Yo quería ser arqueóloga. Tengo una foto mía de cuando era pequeña en la nevera, me veo y me digo “qué pena, cariño, que no has estudiado”. Aún tengo mis sueños de hacer una carrera universitaria.

Desde que tuve la primera visita de fin de semana con mi madre empezaron las palizas de la pareja de mi madre. El primero que fui me dio tal paliza que me oriné encima del miedo que me entró. Palizas muy chungas, hasta en la calle. Con trece años, al acabar el curso, me sacan del centro y voy a casa. Ahí me tenían como la Cenicienta, para hacer todas las tareas domésticas. Tenía que limpiar con lejía, poner la lavadora, hacer las camas, planchar. Si por momentos sacaba mi carácter rebelde, golpes. Recuerdo traer a una compañera de clase a comer y partirme la boca delante de ella, en la mesa. Mi compañera no volvió nunca más.

“En el piso tutelado vi a las monjas golpear a un niño de unos cuatro años de tal modo que llegó a dar con la cabeza en la pared. La supuesta solución estatal que debía habernos protegido, no lo hizo”

– Una esclava doméstica de trece años.

– Sí. A los catorce empecé a trabajar los fines de semana en un restaurante, en Raxó, así tenía también un motivo para estar fuera de casa. Ellos, mi madre y su pareja, se quedaban con mi salario, y yo con las propinas. Un día la pareja de mi madre me llevó a un sitio apartado en la costa, y me preguntó si yo estaba enamorada de él. Y luego me dijo “¿y si te digo que yo estoy enamorado de ti?”. Ese episodio, en las rocas, no sé qué juego macabro era… estaba aterrorizada, temblaba de miedo. No sé qué pasó luego.

Otras veces me daba palizas que no podía ir al colegio al día siguiente, por no llegar con la cara reventada. Me llegó a dar con la cabeza en el capó del coche, delante de todo el mundo. Siempre he pensado que mi padrastro me maltrataba y golpeaba porque podía, porque tenía ese privilegio. A los quince años me envían de nuevo a Argentina, con mi familia materna, gallegos inmigrantes, porque consideran que todos los problemas que tenían eran por mi culpa. En Buenos Aires veía un ambiente de sexualización de las niñas, incluso había un “Miss Damita”. Fui víctima de esa inercia social, de entender el éxito en la vida a través de tu valoración sexual, y pensé en ser modelo. Y es curioso porque a la vez vestía con ropa muy ancha porque ya había sentido la mirada de los varones sobre mi cuerpo y me sentía muy cercana a la niña de las novelas de Los Cinco, la que llamaban “Jorge”. El caso es que mi yaya me llevó a una academia de modelos. El director me llamó una tarde y me dijo que tenía una entrevista para mí. Y abusó sexualmente de mí.

– ¿Quiere decir que el director de una escuela de modelos la violó a sus 15 años?

– Sí. Creo que ahí me zafé de ser captada ya para la prostitución, creo que ese centro era un foco de captación de menores para la prostitución. Porque el tío me ofreció “trabajar” en fiestas privadas donde había señores mayores… También me llevó a casa de un fotógrafo y me hicieron una sesión de fotos erótica, con medias, ligas, el pecho al aire, posturas pornográficas. Material pedófilo del que nunca supe qué pasó. También me propuso follar con el fotógrafo. No volví nunca.

– ¿Se lo dijo a su familia?

– No, me daba vergüenza. Volví a la escuela nocturna. Después mi madre, desde España, cuando había nacido mi hermana pequeña, me reclamó y me hizo volver. Se me heló todo el cuerpo cuando llegué al aeropuerto y me encontré con los dos allí, porque mi madre me había jurado que ya no estaba con él. 

“Siempre he pensado que mi padrastro me maltrataba y golpeaba porque podía, porque tenía ese privilegio”

– ¿Cómo fue captada para la prostitución?

– Es que había llegado a dormir armada, con un cuchillo debajo de la almohada, por si ese hombre me ponía la mano encima. Con las parejas que tuve también he sido abusada, todos los hombres que pasaron por mi vida eran mucho mayores que yo y todos abusadores. A los 17 años decidí irme de casa, con una mochilita. Recuerdo que estaba en una carretera grande, de noche, y me recogió un señor en autostop. Este hombre me ofreció dos opciones, irme a la Ciudad de los Muchachos, que me lo pintó como un centro tutelado –y yo tenía el recuerdo del tutelaje–, y la otra el sistema prostitucional. Que me lo pintó con el mismo discurso que el puñetero discurso regulacionista. ¡El mismo, el mismo! El discurso regulacionista debería estar tipificado como delito de captación velada para la prostitución.

– El engaño o el abuso de vulnerabilidad entran en los supuestos de trata del Protocolo de Palermo. ¿Qué le dijeron?

– Si consideramos que esa incitación velada a la prostitución es trata, todas las prostituidas hemos sido víctimas de trata. Y todo discurso regulacionista es captación velada, porque está vendiendo unas bondades de la prostitución que no son reales, ahí está el engaño. Es igual a las palabras que le dicen a las mujeres: “no va a pasar nada que tú no quieras, vas a poder elegir a los tíos”, “es una cosa que se ha hecho toda la vida”. Te explican que tienes un poder erótico sobre los hombres –y eso ya es una primera semilla de culpa–, dicen “los hombres son como niños rendidos a ti, tú mandas, van a pagar lo que sea por ti”. Además eres carne fresca, una chica joven, guapa, española, no las hay, “eres algo exótico, eres el caramelito”… El captador me llegó a decir, con estas palabras, “esto es como un espectáculo de magia”. Y “vas a hacer mucho dinero”, este es un clásico. E intentan restar importancia al estigma, lo que llaman “los prejuicios de otros”.

– ¿Así que los proxenetas dicen lo mismo a sus víctimas que quienes promueven el regulacionismo?

– ¡Claro! El regulacionismo dice lo mismo que el hombre que me llevó a la prostitución con 17 años, se me hiela la sangre cuando lo escucho. Mis conclusiones vienen de mi introspección, no de leer a Despentes con su Teoría King Kong. Cuando me acuerdo de la primera vez que escuché a una regulacionista me genera violencia interna. Dijo: “tú no sabes lo que empodera cobrarle a un putero”, yo me quedé… ¡no saben la esclavitud que es coger ese dinero en la mano para una mujer prostituida! Porque ese dinero es la renuncia a tu libertad. La renuncia a frenar lo que pueda pasar dentro de la prostitución. ¿Dónde creen que el putero va a meter su frustración? La va a descargar en la mujer prostituida, a la que va a humillar. Y de ese dinero que tú coges, hay un porcentaje para la casa, otro para el fotógrafo, otro para el que pone anuncios, otro para el taxista, otro para la peluquera, otro para el maquillaje, otro para la ropita sexy. ¿Qué les están ofreciendo a las chicas? ¿Imaginas a una chica con malas notas, en situación precaria, que escucha este engaño de que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera? Es toda la sociedad la que está hablando en ese momento.

“El discurso regulacionista debería estar tipificado como delito de captación velada para la prostitución”

“El regulacionismo dice lo mismo que el hombre que me llevó a la prostitución con 17 años”

– ¿Cuánto tiempo estuvo en la prostitución?

– He estado entrando y saliendo de la prostitución mucho tiempo. Creo que habré estado dentro unos cuatro años, no consecutivos, no lo sé exactamente porque tengo lagunas en la memoria. Cuando volvía era porque tenía una situación muy complicada… He pasado por la calle –pocos días–, he pasado por clubes, por pisos clandestinos, he estado de escort, en pisos de lujo. La última vez que estuve me fui de plaza a una casa porque no tenía dónde vivir. Ahora me considero muy lejos de la prostitución.

– ¿No encontró la manera de lograr estabilidad fuera de la prostitución, con un trabajo?

– No, ten en cuenta que no tenía estudios. Dejé la escuela sin acabar la primaria –ahora me falta un curso de secundaria–. Y esto me da muchas ganas de llorar, porque todo el mundo me decía lo inteligente que era, una capacidad no aprovechada.

– ¿Antes de ahora tuvo ayuda psicológica?

– Para tratar estos temas no, nunca. Y eso que estuve psiquiatrizada meses, sin pernocta, en un hospital psiquiátrico. Fue en un época en la que estaba siendo prostituida y viviendo con mi proxeneta, y tuve un episodio de disociación, lo que se conoce como una enajenación mental. Me desperté en un charco de babas y lágrimas y solo atiné a decirle que me llevara al hospital.

– ¿Era un hospital público? ¿Evaluaron en la terapia la situación de prostitución?

– Era público, sí. Estaba con mi proxeneta en esos momentos y en el hospital nunca abordamos el tema de la prostitución. Tratamos otros, pero este no.

– ¿Cree que la atendieron adecuadamente?

– Por un lado sí, por otro no. Porque lo que traté sí estuvo bien tratado, porque hice una superación de ese trauma. Pero evidentemente me dejaron desprotegida con todo lo que tenía en mi entorno.

– Su historia muestra cómo el sistema prostitucional se aprovecha de las mujeres y las adolescentes más vulnerables, también de las tuteladas por los servicios públicos. ¿Estamos fallando a las menores tuteladas por el Estado?

– A mí el Estado me ha fallado en toda regla y continuamente. Fui menor tutelada dos veces, a los doce y a los diecisiete, cuando me metieron en un centro de menores en Vigo. Y esto ya sí era un internado para menores conflictivas, también llevado por la iglesia. Ahí me metí rayas, aprendí a abrir una puerta con un carné… No hubo terapia psicológica ni acompañamiento de ningún tipo. Lo recuerdo medio vacío, con pocos educadores. Cuando me escapé de ahí volví a prostitución. Era la Galicia de los años noventa, en las Rías Baixas: drogas, me quedé embarazada, me fui con un hombre que era un maltratador, otro intento de suicidio y para la ambulancia… Nunca cobré una ayuda de servicios sociales ni se me informó de ningún derecho, ningún apoyo ni orientación. Nada. El Estado no me ayudó, tuve que ocupar una casa, sola, un piso de una entidad bancaria.

Años después de haber sido una niña tutelada, los servicios sociales me han arrancado dos hijos y me han derivado a un centro de indigentes porque me vi en la calle. Eso fue después del paso por prostitución y con el conocimiento de ello por parte de las instituciones. El Estado lo sabía. Me los arrancaron por el mismo estigma de haber sido prostituta. Eso es lo que traté cuando estuve psiquiatrizada. Como niña tutelada, mujer prostituida y madre, el Estado me falló. Aunque ya no sangra, esta herida nunca deja de doler.

“A mí el Estado me ha fallado en toda regla y continuamente”

– ¿Hay también una responsabilidad de los puteros?

– Son responsables, por supuesto, y la sociedad por sostenerlo, por romantizarlo, normalizarlo. Si no, de qué tantos siglos de esclavitud sexual. Si la primera esclavitud es la de la mujer, yo me considero feminista radical. Y desde la médula. Soy abolicionista de género también, a mí en ningún momento me preguntaron si me sentía chica o chico, más o menos femenina. Tengo la certeza de que nacer mujer en este mundo, sea en el contexto que sea, ya te hace una superviviente. Porque el sistema patriarcal lo abarca todo.

Cuando he participado en formación para las fuerzas de seguridad, alguna vez me han preguntado por qué recriminaba a los policías que son puteros. Si un policía, que tiene la obligación de proteger a los demás, pregunta eso, ¿hasta qué punto tenemos integrado que ir de putas “no hace daño” a las mujeres? No me gusta usar un lenguaje cómodo, quiero que la gente cuando me escuche cambie de postura tanto física como mentalmente. La sociedad jamás le ha propuesto a un varón heterosexual chupar pollas para que no le falte un duro a sus hijos. ¿No es un trabajo como otro cualquiera, no dignifica? Quiero ver cómo articulan esto los “prosex”.

“Si la primera esclavitud es la de la mujer, yo me considero feminista radical. Y desde la médula”

– ¿Ha pensado alguna vez en denunciar los culpables?

– Sí, quiero hacerlo.

– ¿Ha conseguido la independencia económica necesaria para afrontar un proyecto de vida lejos de todo eso? ¿Alguna ayuda de instituciones o de ONG para formación, empleo?

– Cuando digo que quiero estudiar también es por esto, porque ahora vivo con un ingreso mínimo vital y la asociación Alanna me ha brindado un lugar para vivir. Sigo siendo muy precaria, sin tener un lugar propio. Hay formaciones a las que no he podido acceder porque no tengo dónde dejar a mis peques, ¡y los regulacionistas están recibiendo subvenciones!

– En la actualidad es una militante activa en el feminismo, ¿cómo llegó al Front Abolicionista del País Valenciano?

– Mi despertar como activista social fue en el 15-M, fue la primera vez que oí hablar de la libertad sexual. A mí me hizo la acogida el Front, fue el primer lugar de activismo abolicionista que lo hizo. Todas las entidades en las que estuve antes –Médicos del Mundo, Casal Petit, el IBDona, Amaranta– no tenían una respuesta para mí. A través de otras feministas es cuando nace mi capacidad de amar –en el sentido de respeto, de admiración– a otras mujeres. Descubrí a Sonia Sánchez y a Amelia Tiganus, que fueron mis dos grandes referentes, las que me dieron la valentía de contar mi historia. Eso fue un bálsamo para mí. Porque una de las consecuencias que he arrastrado de la prostitución es la soledad. Y por eso formamos “Nuestra Voz”, que es un espacio de supervivientes, nuestra “cocina de brujas”. El feminismo me ha dado las herramientas para transformar la mochila de culpa, de vergüenza, en otra cosa: en una esperanza de futuro digno.

“A través de otras feministas es cuando nace mi capacidad de amar –en el sentido de respeto, de admiración– a otras mujeres”

– ¿Tiene confianza en la línea abolicionista del Gobierno valenciano?

– He participado como experta en el Foro valenciano para la abolición de la prostitución, puesto en marcha por Gabriela Bravo al frente de la Consellería de Justicia. Necesitamos recursos especializados, no puede ser que se reciba a las víctimas del sistema prostitucional con un cestito de condones encima de la mesa como si fueran chuches. Soy apartidista, pero soy consciente de que nos hacen falta muchas políticas como ella, o como la Concejala de Igualdad de Silla, Carmen Giner. Me dan un atisbo de esperanza.

Valencia está siendo un referente abolicionista, cuando vemos ayuntamientos como el de Albal. Hay un antes y un después del feminicidio de Florina [Florina Gorgos, de 19 años, joven prostituida hallada asesinada en enero de 2021 en este término municipal], y nos están dando voz a las supervivientes. Están en la línea que toca, el siguiente paso es crear sistema habitacional para las mujeres. El foco hay que ponerlo en todas las caras de la prostitución, para ser efectivos hay que empezar en los recursos que se ofrecen a las mujeres, y también en frenar la captación de adolescentes. La prostitución se nutre de la precariedad de las mujeres, sin ella nunca en la historia hubiera habido prostitución. Esta Cuarta Ola se está viviendo de una manera tan abrupta, hay esta brecha contra el feminismo, porque hemos venido a tocar el privilegio más goloso del varón, el más protegido, establecido como un derecho, que es el privilegio sexual.

“Hemos venido a tocar el privilegio más goloso del varón, el más protegido, establecido como un derecho, que es el privilegio sexual”

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