Graciela Collantes, presidenta de AMADH: “Las víctimas de prostitución nos organizamos: si no nos salvábamos entre nosotras, no nos salvaba nadie”

Por Sandra Rodríguez, Laura Pedernera y Paloma Martín

Eran las 18:00 horas y la Biblioteca Eduardo Martedí, en la calle Pasco 555 de Buenos Aires, estaba ya casi llena. Tras una mesa repleta de ejemplares y bajo banderas que reclamaban que “la prostitución no es un trabajo” y “el feminismo es abolicionista”, la periodista y activista Graciela Collantes presentaba su libro ‘Nuestros cuerpos no se reglamentan’ (Editorial Marat, 2019)1 en noviembre pasado.

Graciela Collantes nació en la provincia de Tucumán, Argentina, en un contexto social de pobreza. Por su situación de vulnerabilidad y una familia que no la apoyaba fue atrapada por el sistema prostituyente. “Pensé que había encontrado a la persona que me iba a ayudar y terminé parada en una esquina”, relata en su libro. Ese hombre, su proxeneta, la dejó embarazada y utilizaba a su hija como rehén para que Graciela no escapara. Aunque ella lo recalca: por mucho que la hostigaran y la agredieran, siempre sacaba esa fortaleza para reivindicar sus derechos.

El entorno de Graciela y de la escuela de su hija detectaron que algo estaba pasando y su proxeneta huyó al darse cuenta de que empezaban a investigarle. Graciela había dejado de ser presa de su proxeneta, pero comenzó a serlo de un Estado que le daba la espalda. Volvió a las calles de los barrios bonaerenses de Palermo, Constitución, Once y Flores, para poder pagar la luz de su casa y la comida para ella y para su hija. Entendió que si quería combatir al sistema prostituyente, tenía que organizarse.

AMMAR, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, nació en el año 1995 de la que Graciela Collantes formó parte hasta 2003, año en el que junto a otras compañeras, comenzaron a cuestionarse que la prostitución no era algo que habían elegido como trabajo, que necesitaban derechos y estos no pasaban por legalizar la prostitución: así se separaron de AMMAR y nació AMADH2, la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos, que adquiere este nombre legalmente en 2012. Las implicadas en la lucha, conformaron la ‘Campaña Ni una Mujer más Víctima de las Redes de Prostitución’3 y consiguieron la modificación de la Ley de Trata en Argentina, en 19974.

Del movimiento abolicionista y su causa política, y de todas las voces de las mujeres supervivientes de prostitución de AMADH, nació el libro “Nuestros cuerpos no se reglamentan”. Graciela explica emocionada su orgullo por el progreso de las supervivientes de prostitución y el suyo propio. Consiguió estudiar periodismo y trabaja en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI)5 en Buenos Aires.

El libro ‘Nuestros cuerpos no se reglamentan’ está basado en la lucha de AMADH y en las historias de todas las mujeres que te acompañaron en ese proceso y que hoy conforman la organización. ¿Por qué no en tu propia historia personal?

Este libro nace con el objetivo de mostrar el proceso colectivo. Por eso tardamos tantos años en publicarlo, porque conocí a tantas mujeres con este tipo de historias, muy parecidas a la mía, con un denominador común: la vulnerabilidad. Sentía la necesidad de contar esta historia, mi historia de lucha, porque lo que más me marcó es el proceso de salir del sistema prostituyente; el “y ahora, ¿qué?”. No encontrar nada del otro lado.
Es más fuerte lo que se siente cuando ya estás empoderada y quieres salir de esa esquina. Te sientes muy, muy sola. Por todo esto quería mostrar que cuando una víctima hace ‘click’, el “basta”, tiene que haber políticas de acompañamiento que como mínimo te indiquen por dónde empezar.

Se lo dedicas a Lohana Berkins6 y a María Amelia Sosa7. ¿Qué significaron ellas en esta lucha?

Ellas fueron las primeras que me empezaron a tratar como a una persona, a valorarme. Pudimos ir aprendiendo juntas. Lohana para mí fue una compañera, una amiga. Era la tía de mi hija. María Amelia era una profesional que sabía cómo hacerme reaccionar y hacerme darme cuenta de todo lo que me había pasado. Me acompañaba sin juzgarme.
Mi relación con ellas duró siempre, hasta que partieron de este mundo. Me dejaron un gran vacío en lo personal y en la lucha colectiva.

¿Te identificas como víctima de explotación sexual y trata?

Sí. Yo vengo de una de las provincias más pequeñas y pobres de Argentina, Tucumán, y allá yo ya era víctima de explotación sexual, pero no de trata. En mi provincia había códigos contravencionales (aún siguen vigentes) que penalizan a la prostituta y por eso nos detenían sistemáticamente, porque la prostitución es condenada como un delito. Fui víctima en los años 90, cuando Argentina estaba tomada por el proxenetismo, con la complicidad de los funcionarios que supuestamente nos tenían que defender. Si los proxenetas no pagaban multas, te quedabas arrestada.

Cuando a mí me sacaron de Tucumán, yo venía de pasar 70 días de arresto, y tenía una hija pequeña, a la que llevaban para que me viera. Por eso fue que decidí venirme para la capital, a Buenos Aires, porque acá había más posibilidades de salir adelante. Pero al mismo tiempo había una red de complicidad y arreglos entre los proxenetas y la Policía, lo manejaban todo ellos.

¿Te costó identificarte como víctima?

Sí, yo al principio no me identificaba. Lo aprendí con los años, que no hay un solo método. Creo que, en mi caso, había una falta de contención familiar. Tenía una hija pequeña, buscaba un príncipe azul; y apareció un novio que en un primer momento era un hombre que me protegía, que cubría las necesidades, sobre todo para que a mi hija no le faltara nada.

La trata tiene muchas caras…

Sí, claro. El enamoramiento es una de las captaciones más comunes. Somos muchas las que hemos caído en esto (método lover boy). Por eso la educación es fundamental, las mujeres empezamos a pensar desde otro lugar, no esperando a un hombre “salvador”, que es lo que la cultura te mete en la cabeza. Yo no fui esa víctima que secuestran, fue otra forma, hay distintas formas de captación. Ahora la mayoría de las captaciones de mujeres son a través de las redes sociales.

Por eso actualmente, en AMADH nosotras ponemos el acento en el empoderamiento, porque vos podés ser pobre, pero si tenés una herramienta, como un estudio o una profesión, o un grupo en quien apoyarte, ya puedes pensar de otra forma. No siempre en esa necesidad afectiva de buscar y reemplazar con cualquiera los afectos que no tuviste en la niñez, por ejemplo. La trata de personas con fines de explotación sexual no se presenta de una sola forma.

Lo jodido de la explotación sexual es, por ejemplo, que esta violencia sistemática la vas naturalizando. Las víctimas, está comprobado, han sufrido mucha tortura8. Por eso yo digo que hay que trabajar la prevención, porque la mayoría de nosotras se resiste a entrar en este sistema, porque no lo eligió, no lo buscó… pero una persona se resiste, se resiste, y se resiste hasta donde puede, hasta que ya no puede más y termina aceptando las condiciones.

Yo me resistía y resistí todo lo que pude… Luego traté de escaparme. Cuando me fui a España conocí allí un señor que me quería ayudar, pero volví acá a buscar a mi hija y no me la dejaron sacar del país, y entonces ya no volví a irme. Me pagaron todo; el billete, todo… Íbamos dos o tres. Yo estuve primero en Andújar y luego, en Valencia. Los proxenetas tenían varios prostíbulos y te iban cambiando de locales.

Y: ¿por qué no te podías escapar?

Sí que nos podíamos escapar, pero en mi caso retuvieron a mi niña. Ahora mi niña ya es grande, ya soy abuela, y luchamos varias generaciones de mujeres contra esta violencia, ellas son mis aliadas.

Han sido muchos años de lucha reivindicando que la prostitución no puede ser un trabajo. En el libro afirmas que “ni te empodera, ni te libera”. ¿Cómo ha sido tu proceso?
Las sobrevivientes empezamos a romper con el sistema prostituyente cuando comenzamos a organizarnos. Aunque te metan en la cabeza lo contrario, vos no decidís estar en la prostitución. Es de lo que te convencés para poder sobrevivir al sistema prostituyente.

A mí, desde el principio, ya había muchas cosas que no me cerraban en AMMAR CTA9. Querían armar un sindicato de trabajadoras sexuales, donde iba a intervenir el Ministerio de Trabajo, y nos empezamos a preguntar si queríamos eso para el resto de nuestras vidas, si queríamos que la prostitución se reconociera como un trabajo más. El día de la reunión con la Comisión directiva para firmar la legalización del sindicato, yo me quedé en casa, y muchas compañeras me acompañaron.

La prostitución, desde la perspectiva de las mujeres prostituidas ni es delito ni es trabajo; es un submundo. Nosotras nos paramos y empezamos a pensar desde un lugar crítico, desde el abolicionismo.

Y la Policía, ¿estaba implicada en el sistema prostituyente en Argentina?

¡Implicadísima! El sistema y la Policía son muy represivos y violentos con las mujeres. Los proxenetas están en complicidad con la Policía: nos arrestaban y nos pedían coimas [sobornos] para dejarnos salir. Si no, eran días detenidas. Tenías que pagar para que te dejaran ‘laburar’ tranquila. Estamos en peligro constante. A una compañera, la Normita, se la llevó un auto cuando escapaba de la Policía. Tenía 24 añitos.

Un día Lohana se plantó y dijo: “No hay que pagar. En esta cuadra no se paga”. Sabíamos que, pagáramos o no, todas seríamos reprimidas. Cuando nos llevaban detenidas, ella gritaba: “Resistan, compañeras, resistan”. Nos organizamos porque entendimos que si no nos salvábamos entre nosotras, no nos salvaba nadie. Y así empezó todo.
Estuve de los dos lados. Cuando pude zafar del proxenetismo en Argentina, no teníamos una ley ni siquiera para denunciar. Primero tuvimos que batallar para tener una Ley contra la Trata, y eso nos llevó tiempo junto al feminismo, un montón de años. Imaginate todas las víctimas que pudimos zafar en los 90 y sin tener una Ley de Trata. No pudimos denunciar. Me considero una sobreviviente de verdad, porque hoy pienso, mirando 23 años hacia atrás: ¿Cómo pude soportar? ¿Cómo pudimos soportar tanta violencia?

Ahora te sientes orgullosa de haber estudiado y de ser periodista. ¿Cómo lo utilizas para ejercer el activismo en contra de la explotación sexual?

Eso también se lo debo a Lohana y a Lucía, que es una compañera profesora de la Universidad de Madres de Plaza de Mayo. Me persiguieron mucho para que estudiara. Estaba tan mal psicológicamente… Sentía la discriminación a flor de piel, la estigmatización, y no quería exponerme. Tenía muchos miedos a enfrentar un mundo nuevo, y tenía el desafío de demostrar que yo podía, que no era la que por tantos años me habían hecho creer: que mi destino no era la esquina.

Hoy, con los años, me doy cuenta de que fue necesario estudiar, porque me ayudó a tener más herramientas, más conocimientos para mi trabajo y para aportar a esta lucha contra la explotación sexual y la prostitución.

Fuiste una de las fundadoras de AMMAR, actualmente pro-legalización de la prostitución, ¿cómo fue tu experiencia en esa organización?

El año pasado le mostré a una chica de Uruguay que me entrevistó, unas fotos que yo tenía guardadas de 1996. Era en mi primer Encuentro de Mujeres, ahí fue donde empezamos a escuchar, no es que todo pasó en un día. No es que un día nos levantamos y nos reconocemos para estar ahí en la Central de Trabajadores.

Nosotras no nos llamábamos entonces trabajadoras sexuales, pero allí, en el sindicato, los compañeros decían: “No, las compañeras tienen que ser trabajadoras como todo el mundo”.

Y: ¿cómo sobrevino la ruptura dentro de AMMAR?

Lo que nos pasó a nosotras en aquella época fue que creíamos que el reconocimiento como trabajo nos iba a sacar de la marginalidad, porque veníamos de un pozo muy oscuro y del maltrato cotidiano. Decir “nos reconocemos” era como ver una luz. Yo también por eso lo entiendo, entiendo a algunas mujeres que lo toman como un trabajo. No entiendo a esas cuatro o cinco que se juntan a hablar de la legalización porque viven de eso. Su posicionamiento tiene otros intereses.

Yo conozco la población, recorro las calles, viajo a las provincias. La Argentina es muy grande, entonces vos estás en la capital que es otro mundo. En las provincias todavía cuesta llegar y asumir que tenemos derechos, sin que sea necesario reconocernos como trabajadoras sexuales. Hoy sabemos que el que se nos reconozca como trabajadoras sexuales no nos va a poner en un lugar de igualdad.

Por ejemplo, nuestra primera batalla de lucha fue la derogación de todos los códigos y normativas vigentes de este país, que contradecían los tratados internacionales y penalizaban a las mujeres. La abolición misma dice que de ninguna de las maneras el Estado argentino debe perseguir, hostigar, reprimir a las personas; todo lo contrario, debe proteger a las víctimas y debe perseguir al explotador, al que vive de eso. Y en Argentina se hizo todo lo contrario. Por eso yo cuestiono a la Argentina a nivel país, porque cada provincia hace su propia ley, sí, porque son autónomas. Pero, ¿cómo pueden contradecir un tratado internacional?

Así fue como se nos presentó una situación atípica: las propias sobrevivientes nos empezamos a organizar, a denunciar y a levantar las voces. También influyó que fuésemos parte del Movimiento de Mujeres, que es donde se empieza a plantear también el tema y a hablar del abolicionismo.

¿Puede haber algún lugar de encuentro entre las reglamentaristas y las abolicionistas?

Acá, en un primer momento se intentó que nosotras nos quedáramos dentro en la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), pero dijimos: “No, no se puede”. Después fuimos participantes de distintas mesas, distintos diálogos, juntas, y en realidad la gente se iba más confundida y era muy desgastante. Ellas por un lado están defendiendo el trabajo sexual. Y nosotras, por otro lado, que no podemos permitir seguir siendo víctimas de explotación. No obstante, me alegra que hoy el debate esté acá. No estoy para cuestionarle a ninguna compañera el cómo se llame.

Yo, por ejemplo, dejé de ser víctima de trata, y después las opciones que tenía no eran muchas, por lo cual seguí en prostitución, autónoma si lo querés llamar así, pero casi no cambia la explotación.

¿Desde cuándo te consideras abolicionista?

Con el paso del tiempo aprendimos que el abolicionismo era para nosotras una herramienta poderosa de derechos humanos. Las propias sobrevivientes nos empezamos a levantar y a alzar nuestras voces.

¿Cómo afecta a la sexualidad de las mujeres estar o haber estado en situación de prostitución?

En todos estos años, en las charlas en grupos, siempre ha salido el tema de la sexualidad. Siempre lo he dicho, que para la mayoría de las mujeres que pasamos o que están en este sistema, la sexualidad no existe, es anulada. Que no me vengan a decir que la pasan lindo con los tipos… Justamente porque la prioridad es el dinero, yo nunca le miraba ni la cara a los tipos.

Imaginate, que con los años vas naturalizando. Cuando conocés a alguien o querés formar algo, recuperar las caricias, estar con alguien por placer: ¡es tremendo! Muchas veces te preguntas qué haces perdiendo tu tiempo pudiendo estar ganando dinero…
Hay que fijarse en que todas las que quedamos atrapadas en la prostitución somos mujeres pobres, en situación de vulnerabilidad. Y no es lo mismo que cualquier otro trabajo, en la prostitución te vas despersonalizando, tenés que ser otra persona para poder soportar tanta violencia.

¿Cómo ves el modelo abolicionista sueco, que multa a los demandantes de prostitución?

Creo que Argentina está muy lejos de eso y aquí no tenemos una Policía preparada. ¿Va a ser la misma Policía cómplice de proxenetas, la que nos cobra coimas la que lleve adelante la persecución de los demandantes? ¿Qué garantía tendremos?

En la ciudad de Buenos Aires hay un código contravencional que es un instrumento para que la Policía persiga la oferta y la demanda, y sin embargo, Diana Maffía10 pidió un informe cuando era legisladora y hubo 700 actas a mujeres y ni una sobre la demanda. ¿Me entendés? Entonces, ¿de qué estamos hablando cuando plantean esto?

¿Por qué hago estas preguntas? Porque al tipo que persiguen, la Policía lo espera cuando sale del prostíbulo, lo paran y le dicen: “Querés que te lleve y que se entere tu mujer”. Después le piden una coima y no lo detienen. ¿Me entendés? No estamos en Suecia. Nos falta mucho para alcanzar ese modelo.

De todas formas, Suecia tardó muchísimos años desde que se implementó el modelo abolicionista en lograr formar al funcionariado, fuerzas de seguridad y población.
Si no acompañas esas medidas represivas con una toma de conciencia de lo que es una violación o el abuso infantil, por más que multen a los tipos, va a seguir pasando. Tiene que haber políticas públicas de educación sexual.

¿Qué herramientas o qué prácticas realizan en la organización para intentar abolir la prostitución?

Trabajamos la incidencia en Políticas Públicas de Prevención y de Inclusión a nivel educación y socio-laboral de las mujeres en situación de prostitución. La mayoría de las mujeres que ingresábamos a la prostitución siendo muy pequeñas no teníamos ni siquiera terminada la educación primaria. Hoy el contexto es otro: podemos hablar de denunciar, de sacarnos a los proxenetas de encima. Podemos hablar las sobrevivientes en primera persona, debatir en las escuelas, debatir con el Estado, y generar políticas públicas hasta ahora ausentes.

En mi trayectoria me he destacado por estudiar y analizar las políticas públicas. Nosotras somos una ONG de sobrevivientes y no somos nosotras las que tenemos que dar la respuesta, porque para eso hay una sociedad, hay un Estado. Nosotras las acompañamos y les decimos cómo, por dónde ir. Somos un nexo, un puente con el Estado.

Cuando me acercaba las primeras veces al Ministerio estaba con Sonia Sánchez. Nos íbamos al Ministerio de Trabajo y pedíamos formación laboral y nos decían: “Están en el lugar equivocado, nosotros no tenemos nada que ver con la prostitución”. Nos íbamos llorando algunas veces, hasta que aprendimos que son ellos los responsables, son quienes tienen que generar las políticas públicas de ayuda a las mujeres prostituidas. Es su obligación.

¿En qué consiste el trabajo con las sobrevivientes de AMADH?

Se realiza en nuestra sede y con voluntarias. Nosotras, como sobrevivientes, trabajamos mucho en problematizar lo que nos pasó y también sobre cómo incidir políticamente, poder decir y poder reclamar al Estado, desde un lugar de poder y no desde el llanto. Está bueno llorar algunas veces, pero tenemos que aprender de leyes, tenemos que aprender lo que nos pasó y quiénes son los responsables.

Por eso yo también estudié y traté de meterme en todo, leí mucho, participé en muchas reuniones, para poder debatir y confrontar al Estado y a los responsables que generan políticas públicas. Si una mujer viene y te dice: “estuve o estoy en prostitución y quiero salir”, como pasa la mayoría de las veces, el Estado también tiene que hacerse cargo.
Además, tenemos programas de desarrollo social. Las mujeres van y se inscriben a un programa de formación laboral. Vos podés optar por estudiar o formarte laboralmente. Obviamente se trabajan primero los procesos de empoderamiento, no es sacar a una mujer que estuvo veinte años parada en el mismo lugar y haciendo lo mismo y ponerla a estudiar. Es empezar a deconstruir. La mayoría de las veces es fabuloso el trabajo, eso a mí me mantiene viva.

Para una mujer, cuando está vulnerable y se le brinda una oportunidad, cuando alguien se interesa, es lo más importante que le puede pasar. Y además podemos compartir experiencia con otros colectivos: mujeres en situación de calle, que han quedado sin hogar, las víctimas de violencia machista… Y cuando vas escuchando, muchas veces te decís: no somos las únicas.

¿Qué enseñanzas te dejó haber podido salir de la prostitución y reconstruirte como persona?

Tal vez el dolor más grande que llevo es haber sido víctima de la explotación de proxenetas… por eso me puse a luchar (sin resentimiento); porque después que salí, cuando pude zafar, estuve en prostitución un montón de años, porque no sabía qué carajo hacer. No tenía cómo denunciar, nadie me protegía, por eso lucho por la incidencia en políticas públicas.

¿Sientes que te queda mucha militancia todavía en la lucha abolicionismo?

Sí, ¡mucha! En AMADH seguimos presionando a las instituciones para que haya políticas públicas efectivas para las sobrevivientes y las mujeres en situación de prostitución. Mientras, las mujeres van estudiando en nuestro programa ‘Haciendo futuro’, con una maestra maravillosa, para sacarse la secundaria.

La Justicia y la Policía en la Argentina son muy corruptas. No queremos que ninguna mujer más sea perseguida ni castigada por estar en prostitución. Y la solución no es la legalización del ‘trabajo sexual’. Nos queda mucha lucha abolicionista, organizándonos y haciendo el camino junto a las sobrevivientes.

Graciela Collantes participará en el Webinar organizado por Feminicidio.net el 21 de septiembre de 2020

Supervivientes de explotación sexual: sus propuestas para la abolición de la prostitución

Graciela Collantes (Argentina), Claudia Quintero (Colombia) y Amelia Tiganus (España) presentarán sus propuestas para la abolición de la prostitución en España como una cuestión de derechos humanos que afecta a todas las mujeres y desde el marco jurídico internacional que obliga a los Estados a implementar leyes, y políticas públicas contra la explotación sexual y todas las formas de comercio sexual.

Referencias bibliográficas

1 ‘Nuestros cuerpos no se reglamentan’. Graciela Collantes, presidenta de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH). Editorial Marat, 2019.

2 Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos. https://www.facebook.com/mujeresconvoz/

3 https://www.anred.org/2007/09/03/ni-una-mujer-mas-victima-de-las-redes-de-prostitucion/

4 http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/140000-144999/140100/norma.htm

5 https://www.argentina.gob.ar/inadi

6 Lohana Berkins, activista argentina y referente del movimiento trans.

7 María Amelia Sosa, psicóloga social. Presidenta del Centro de Migrantes y Refugiados de Argentina (CAREF).

8 https://geoviolenciasexual.com/melissa-farley-2/

9 La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, aunado con la Central de Trabajadores de Argentina.

10 Diana Maffía, Directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.

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