Puteros en el diván

Juan Carlos Volnovich: “El consumo de prostitución es un ritual masculino en el que los hombres pagan para denigrar a las mujeres”


El primer viaje que hice fue hacia la esclavitud. Un origen, Galati, Rumanía, la casa de mis padres y el destino un prostíbulo de Alicante, España. Duró tres días la travesía en autobús. Lo recuerdo sin dolor y sin temor a revivir el trauma debido a que ahora, 16 años después de aquel viaje y 11 años después de haber salido de la prostitución, hice otro primer viaje, el de la liberación y el camino hacia el conocimiento. Crucé el océano Atlántico para hermanarme en la lucha contra la trata que articulan compañeras feministas argentinas dentro de un movimiento abolicionista pujante, contestatario y popular. En Argentina el abolicionismo está en el pueblo, es la gente sin partidos políticos y casi sin ayudas sociales la que se organiza y combate a las mafias de la trata y la prostitución.

El año pasado me invitaron a participar en el Primer Congreso Abolicionista Internacional que se celebró en Buenos Aires hace unos meses, en mayo de 2018. Hace un par de años mi compañera Graciela Atencio, de Feminicidio.net, me recomendó leer Ir de Putas: Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución, un ensayo que devoré. El libro es referencia bibliográfica de varios cursos de la plataforma de formación onlineque coordino y Graciela me encomendó la tarea de entrevistar a su autor, el psicoanalista argentino Juan Carlos Volnovich.

Lo conocí el mismo día que aterricé en Buenos Aires, el 15 de mayo. El viaje no podía haber empezado de una manera más exquisita y enriquecedora. Tuve la fortuna de pasar un par de horas con una persona envolvente, capaz de mantener la tensión de la charla y el interés por lo que dice sin distraerte ni siquiera un momento. Si bien es cierto que Juan Carlos Volnovich vive en el país con más psicoanalistas del mundo, él no es un psicoanalista más. Tiene más de 40 años de trayectoria profesional en la clínica psicoanalítica. Su sabiduría viene de un estudio y una praxis que indagan en profundidad sobre el tema por el que le solicitamos la entrevista: analizar a los puteros y la masculinidad hegemónica. Ambas cuestiones le han permitido tender puentes con la teoría y el movimiento feministas.

He aprendido una cuestión básica del oficio de entrevistar, la importancia de la repregunta. Repreguntar requiere volver a entrevistar, en rigor, pero como no podía volver a coger un avión… hace unas semanas le escribí por mail al entrevistado para que se explayara un poco más sobre un par de cabos sueltos que quedaron de la charla. La entrevista publicada no tiene saltos en las preguntas y no se han realizado cambios cronológicos de las preguntas en la edición final. La conversación simplemente fluyó. Y para mí, vista en perspectiva, me confirmó la importancia de que en el debate sobre la prostitución intervengan voces experimentadas y comprometidas desde el discurso como herramienta de transformación social y de cambio. Además de que den argumentos sólidos y convincentes. La lucha por la abolición de la prostitución también consiste en hacer pedagogía de una forma de esclavitud normalizada. Nos toca sacar de la naturalidad esa esclavitud.

El encuentro fue tan fructífero que Juan Carlos Volnovich cruzará el charco desde Buenos Aires y en febrero de 2019 impartirá un seminario presencial en Madrid, invitado por Feminicidio.net.

No soy periodista pero le agradezco que me permita entrevistarlo. Tenía una gran curiosidad por conocerlo después de haber leído su ensayo Ir de putas. ¿Usted cómo se presenta en una entrevista?

Yo soy médico y psicoanalista. El psicoanálisis en Argentina tiene una historia muy especial, seguramente no resuena lo mismo si digo “psicoanalista” en este contexto que si lo digo en España o en cualquier otro lugar del mundo. Aquí el psicoanálisis tuvo una enorme difusión y popularidad. Trabajo con niños desde que comencé a trabajar como psicoanalista. Y he trabajado con varones, adultos y niños. Mi consulta ha tenido una alta presencia de varones de distintas clases sociales y hasta de distintos sistemas sociales porque durante los años de la dictadura militar en Argentina, viví en Cuba y allí trabajé como psicoanalista. Nací en La Pampa, una provincia muy alejada de la capital y en un pueblito muy alejado del centro de la provincia. En ese pueblito había solamente una escuela primaria, por entonces las familias que tenían hijos y querían que sus hijos siguieran estudiando, o enviaban a los hijos de pupilos a una ciudad donde hubiera una escuela secundaria, o se mudaba toda la familia con los niños a la ciudad. Este último caso fue el de mi familia, ellos eran porteños, de Buenos Aires. Regresaron a Buenos Aires cuando yo tenía la edad de entrar en la escuela secundaria y aquí hice la Universidad.

¿Cree que existe un rearme del patriarcado actualmente? ¿Se ve reflejado en su trabajo como psicoanalista?

No existe un rearme para mí. El patriarcado es un sistema de dominio y explotación que está instalado en la humanidad a través de distintas culturas y distintas civilizaciones, en distintas épocas. Tiene una estabilidad tal vez más consecuente todavía que el propio capitalismo. Aunque patriarcado y capitalismo son dos sistemas de explotación que interactúan y se potencian mutuamente, me parece que el capitalismo es más novedoso en la historia de la humanidad que el propio patriarcado. La crisis del patriarcado, lo que podrían ser modificaciones por la correlación de fuerzas entre varones y mujeres, son muy relativas. El patriarcado tiene una estabilidad enorme de manera que aparentes modificaciones que lleven a una mayor igualdad entre varones y mujeres, son rápidamente neutralizadas y revertidas. Aquí sigue el capitalismo también y el patriarcado tiene enormes recursos para neutralizar cualquier cambio dentro del sistema. Son cambios “a lo Gatopardo”: hay algún cambio para que todo siga igual. A veces algo cambia pero en realidad son cambios a los que uno tiene que estar muy atento, muy alerta, porque uno piensa a veces que son beneficiosos para lograr la igualdad de derechos y de obligaciones entre varones y mujeres, y uno puede ver que rápidamente se da un paso atrás y las cosas vuelve a estar como antes. Así que la crisis del patriarcado es relativa. Dentro de eso es verdad que asistimos a un momento en la historia de la humanidad en la que algo empezó a moverse y a pasar con el movimiento mundial de mujeres. Las mujeres se han encontrado (indistintamente del punto de partida ya que no es lo mismo ser mujer blanca, heterosexual, de clase media de Nueva York, que mujer africana o islámica). Hay un mayor movimiento de participación de las mujeres en el espacio público y eso es probable que tenga un cierto impacto en la posición tradicional de los varones.

¿Cree que eso puede pasar porque estamos interconectadas a nivel mundial y la lucha de las mujeres es cada vez más visible?

Sí, sin duda. Pero también la globalización influyó muchísimo, fundamentalmente en las actividades delictivas de la humanidad. Por ejemplo la trata de personas, el trafico de armas y el trafico de drogas, son tres actividades muy ligadas entre sí. Con la globalización la trata de personas, las mafias que controlan las rutas de la trata, se vieron muy beneficiadas con relación al trafico de armas y de drogas. En el caso de las drogas hay que producirlas, distribuirlas y destilarlas. En el de las armas hay que tener fábricas de armas. En el caso de la trata de personas, las personas están ya hechas y se transforman en mercancía, eso la convierte en la más rentable de todas las actividades delictivas.

En Feminicidio.net abordamos la prostitución como una forma de violencia sexual: ¿Cree que es adecuado ese marco de abordaje?

La prostitución, a diferencia de lo que podría pensarse, no ha quedado relegada a costumbres del pasado; no ha quedado asociada a una práctica libertina propia de las épocas de represión sexual y no se corresponde -o, no solo se corresponde- con esa escena patética protagonizada por varones decadentes. La prostitución se ha ido reciclando; se ha ido actualizando y, por lo tanto, fue incorporando todos los recursos que aportan el progreso y el avance tecnológico para llegar a convertirse en una industria; una industria cuya expansión se vio generosamente favorecida por la globalización capitalista como comentaba antes; una industria poderosísima que solo en pornografía mueve 60.000 millones de dólares por año y que tiene 250 millones de consumidores.

La prostitución, como sistema complejo, comparte el mismo universo representativo que la tortura y la esclavitud. Ciertas prácticas correspondientes a un determinado período histórico tienden a desaparecer con la caducidad de ese ciclo. Sin embargo tanto la prostitución, como la tortura y la esclavitud, permanecieron hasta nuestros días y han ido incorporando los avances científicos correspondientes a las vanguardias tecnológicas. De modo tal que es imposible abordar la prostitución haciendo caso omiso de las modalidades contemporáneas que han tomado la tortura y la esclavitud; los soportes que las hacen posibles y los mecanismos que garantizan su permanencia.

Como exprostituta y superviviente de trata considero que la pornografía es la teoría y la prostitución la práctica de la violencia sexual. ¿Qué relación hay entre pornografía, prostitución y violencia sexual? 

Cuando yo era chico los adultos, mis padres, mis abuelos, escondían los libros pornográficos, los libros que hablaban de sexo estaban prohibidos para nosotros, los niños. Ellos, los adultos de entonces, tenían muy clara la distancia que separaba lo que estaba proscripto para los niños y lo que estaba permitido. Sabían muy bien del abismo que separaba a la pornografía del erotismo; tenían muy clara la distancia que separaba la obscenidad del arte. Ellos, los adultos de entonces tenían para nosotros las películas prohibidas para menores de 14, de 16 y de 18 años. Ellos tenían, también, los cines porno; tenían los teatros de revistas. Más aún, tenían los burdeles. Todo o, casi todo lo pornográfico y obsceno… fuera del hogar. Pero, ahora, con el auge de la industria del sexo y la popularidad de la pornografía asistimos a la tendencia de publicar el sexo y privatizar los servicios sexuales. La industria del sexo supo cómo infiltrar sus productos en el seno del hogar. Y, como parece ser que las leyes se detienen en las puertas y no rigen dentro… eso ayuda.

La pornografía -ese fenomenal operativo de marketing de la prostitución- migró de afuera hacia dentro del hogar. Las revistas pornográficas fueron la punta de lanza, las películas caseras entraban por la pantalla hogareña como proyecciones clandestinas. Después llegó la tele con la debilidad del horario de protección al menor y, rápidamente el cable y el vídeo, bien dispuestos a reemplazar a los teatros de adultos que en décadas pasadas supieron poblar nuestros mayores. El teléfono comenzó a funcionar y la industria del sexo se sirvió de él para contratar servicio de acompañantes o mantener relaciones a través del mismo. Pero lo que cambió radicalmente el paisaje habitual fue Internet, que comenzó a proveer servicios, información y conexiones para todos los gustos. Internet facilitó tanto el servicio sexual que gradualmente ha ido desplazando a la prostitución callejera.

Este fenómeno -la privatización del consumo de prostitución- no es inocente para las prostitutas. Las chicas que trabajan en burdeles, en casa de masajes, en saunas, en clubs, tienen la “ventaja” de estar controladas por guardaespaldas, cuidadores y compañeras que pueden intervenir en caso de ser agredidas. Incluso en la intimidad de sus habitaciones existen mecanismos de vigilancia y sistemas de alarmas. En cambio las call girls, las escorts, las prostitutas callejeras, están mucho más expuestas y son mucho más vulnerables porque están aisladas cuando acuden a las citas. Es necesario recordar aquí, que la prostitución ejercida de manera individual no es una actividad ilícita. De modo tal que las personas en situación de prostitución no deben ser nunca penalizadas, pero no porque se trata de una actividad promovida por el Estado o de un trabajo, sino porque se considera que son las víctimas del sistema prostituyente. Esto no tiene que avalar la posición reglamentarista que tiende a confundir libertad de expresión con libertad de comercio. Los avisos donde promocionan y ofrecen servicios sexuales no son contenidos periodísticos, son avisos comerciales y, en la medida que tienen como objetivo hacer propaganda de la violencia contra las mujeres, son actos ilícitos. En Argentina, la violencia simbólica contra las mujeres que implica la cosificación y mercantilización de los cuerpos, está expresamente contemplada en la ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Por lo tanto, no es una actividad lícita comerciar con los cuerpos.

No obstante, existe un límite impreciso que separa erotismo de pornografía. En general la pornografía está destinada a un público eminentemente masculino, que refuerza los estereotipos de sumisión, degradación y cosificación de las mujeres. Estos términos -erotismo y pornografía- dividen al feminismo entre un movimiento antipornografía y un feminismo pro sexo preocupado por reivindicar el placer de las mujeres. El erotismo debería ser aceptado e incentivado tanto como debería ser repudiada la pornografía.

Esta entrevista se publica junto a un informe que realizamos sobre agresiones sexuales múltiples en España, a raíz del caso de La Manada ocurrido en julio de 2016. En la mayoría de los casos como ese, varios hombres violan a una sola mujer y por el seguimiento que estamos haciendo se trataría de un fenómeno en auge. ¿Piensa que puede haber alguna relación entre el consumo de prostitución en grupo con una agresión sexual cometida en grupo?   

Sí. Desde que el consumo de prostitución es sólo el medio elegido por los varones para reivindicar su virilidad en función de la denigración del cuerpo de las mujeres, la práctica grupal -sexual y violenta- se convierte en objetivo privilegiado.

Ha dicho “privilegiado…”, eso nos lleva a pensar en la masculinidad y sus privilegios. Hablemos de masculinidad. ¿Piensa usted que la masculinidad está en crisis? ¿Cómo definiría la masculinidad en estos momentos?

No sé si está en crisis. Sí es probable que haya una reacción a esa posición de las mujeres que tienden a modificar la correlación de fuerzas. Puede ser que haya un refuerzo de ciertas actividades masculinas, de ciertos cotos tradicionales masculinos. Con la globalización funciona también la mundialización del futbol. El fútbol es un coto tradicional masculino. ¿Cuáles son las cosas que hacemos los varones? Jugamos al fútbol, hacemos la guerra… Son cosas estrictamente masculinas y estas conductas se vieron reforzadas.

Antes usted expuso la transformación que ha sufrido la prostitución hasta nuestros días a través de la globalización de la prostitución con la industria del sexo. Pero: ¿qué lugar ocupa actualmente la prostitución como privilegio masculino?

Todos estos son rasgos y actividades dadores de masculinidad tradicional. Son organizadores de la masculinidad tradicional. El consumo de prostitución es un ritual masculino, la celebración de la religión laica más practicada en el mundo. Un ritual, una ceremonia. No solamente una ceremonia de inicio dentro de la masculinidad, es el momento de la iniciación sexual. Aunque los hombres se inician sexualmente con amigas, no dejan de consumir prostitución. Toda la sexualidad de los varones se inicia dentro del espacio de la prostitución y allí se inician doblemente, como varones y como consumidores. Allí es donde aparecen el capitalismo y el patriarcado como los dos sistemas de iniciación. El fútbol, la guerra y el consumo de prostitución son actividades tradicionales destinadas a reforzar los ideales y los estereotipos tradicionales de los varones.

Entonces siempre que hay fútbol o guerra, hay prostitución.

Sí, está bastante estudiado esto, las características que tienen los mundiales de fútbol, incluso en países como Alemania, en 2006, donde la prostitución está reglamentada. Justamente es un excelente ejemplo para discutir con los reglamentaristas… A pesar de que está reglamentada la prostitución en Alemania, cuando se iba a celebrar el Mundial de fútbol, se percibió que las prostitutas no alcanzarían a cubrir la demanda de varones que asistían: turistas, aficionados, periodistas, futbolistas… entonces hubo que importar una enorme cantidad de prostitutas que en general se trasladaron desde Europa del Este y África y armaron todo un contorno ilegal montado sobre una estructura de legalidad. Fue muy evidente como ese espacio reglamentado sirvió para armar una red delictiva alrededor. Y también lo que pasó en Sudáfrica 2010, resulta que el Mundial se celebró en el país con uno de los índices más altos de SIDA en el mundo. Entonces el gran problema que existió con respecto a este doble imperativo de fútbol y prostitución y por otro lado la amenaza y el peligro del SIDA, la FIFA lo resolvió de una manera transaccional, repartiendo millones de preservativos.

En su libro Ir de putas define a los tipos de puteros que conoció. ¿Podría explayarse sobre su trabajo como psicoanalista?

No puedo hacer una muestra significativa con mis pacientes pero tuve una gran sorpresa con ellos, que eran fundamentalmente varones. Casi no analizo mujeres por distintas razones, porque empecé siendo un analista de niños que después crecieron, se convirtieron en adolescentes y después en adultos. Los tratamientos son muy prolongados y aunque terminen, los mismos que terminan siendo niños después tienen algún conflicto, algún problema de adultos y entonces consultan como adultos; eso generó que mi consulta se convirtiera en una consulta especialmente de varones. Y la gran sorpresa mía fue darme cuenta que… (en realidad fue una sorpresa conmigo mismo porque yo venia desde el año sesenta y nueve trabajando las cuestiones de género y de feminismo). En el año setenta empecé en el psicoanálisis a interesarme primero por lo que eran los estudios de la mujer y después por la intersección del psicoanálisis con la teoría de género y la teoría feminista. Entonces estudiaba mucho y estaba alerta sobre las cuestiones de cómo se cuelan el patriarcado y los estereotipos patriarcales; descubrí muy tardíamente sin que me haya dado cuenta que si no todos, casi todos mis pacientes varones de más de 14 años, o habían tenido relaciones con prostitutas o estaban teniendo relaciones con prostitutas y yo no lo había entendido de otra manera que como lo podía haberlo entendido un analista convencional que nunca hubiera leído una sola palabra de feminismo ni de teoría de género. Entonces allí me di cuenta del grado de complicidad, de puntos ciegos que se establecen en los pactos entre varones, que hacen que tales temas queden naturalizados. Cuando me di cuenta de eso empecé a trabajar la prostitución desde el punto de vista de los clientes. Y también me di cuenta que desde el punto de vista académico había en ese momento muy pocos trabajos psicoanalíticos que se dedicaran a la prostitución. Los que se dedicaban a la prostitución eran desde el punto de vista de las prostitutas y lo hacían desde los aspectos más sociológicos; lo hacían a través de las prostitutas o de las mafias y quienes administraban las mafias, pero no de los clientes. Y digo entre comillas “clientes” porque he tenido bastante discusiones con las reglamentaristas y comulgo con las ideas de las abolicionistas que prefieren que diga prostituyentes y no clientes. Entonces “clientes” entre comillas, que se note en el ambiente y en el lenguaje coloquial. Me di cuenta de que era muy interesante abordar la cuestión desde el lado de los clientes y a partir de allí, en el activismo y la militancia social llegó la consigna: “Sin clientes no hay prostitución”.

Se consiguen avances importantes en los países con políticas públicas abolicionistas. Suecia por ejemplo, donde no se penaliza a la prostituta y sí a los proxenetas y a los clientes. Es muy interesante lo que pasó en Suecia porque en Suecia promulgar una ley abolicionista redujo significativamente el índice de prostitución pero aumentó el turismo sexual. Los suecos simplemente se iban a Alemania o a Holanda, o a Filipinas, o a donde fuera… Entonces esa ley se modificó y se instaló un agregado a la ley que supone que los suecos están bajo la ley sueca estén donde estén, de manera tal que si los suecos consumen prostitución en Filipinas, son punibles igual que si lo hicieran dentro de Suecia porque están bajo la ley sueca.

¿Qué razones llevan a los hombres a consumir prostitución?

Las razones que esgrimen. Hay muchas investigaciones hechas sobre las razones conscientes que esgrimen los varones para justificar el consumo de prostitución. Todas son fácilmente desmontables. Una es que de otra manera no podrían llegar a tener relaciones sexuales con mujeres con el ideal estético que ellos pretenden, cosa que es fácil de desarticular como argumento porque, por ejemplo, Hugh Grant, un actor muy famoso de Hollywood, joven, hermosísimo, que tenía todas las posibilidades de mantener relaciones sexuales con quien quisiera y de novio con una mujer espectacular como Elizabeth Hurley, fue detenido por la policía teniendo sexo en su coche con Divine Brown, una prostituta… fue un caso muy escandaloso. ¿Por qué este señor se vio obligado a pagar a una prostituta? El argumento de los consumidores de prostitución de que si no pagaran no tendrían acceso a esos objetos de deseo, es falaz. Si me preguntas que es lo que yo pienso que está detrás y no los argumentos que esgrimen los clientes, los argumentos racionales -que tienden a inocentizarse y a justificarse- creo que parten de la necesidad de reforzar un narcisismo, una autoestima, un amor propio masculino basados en los imperativos tradicionales de la masculinidad y que están muy relacionados con la incorporación al universo de varones. Por eso, por lo general el consumo de prostitución se construye en grupo de varones o está fundamentalmente destinado a pagar el peaje para ser aceptado dentro del universo de varones; ese peaje se paga con una actividad ritualista, reiterada, que es la denigración de las mujeres. La necesidad a través del pago de denigrar, cosificar y humillar a las mujeres. Tiene que ver con pagar para crear y comparar degradación femenina. No es lo mismo hacerlo pagando que sin pagar porque el pago es una condición sine qua non para que quede claro que allí hay un objeto que es denigrado y que es humillado como ser humano. Además de que es el acto por el cual no solo se transforma en objeto sino que se anula el deseo de la mujer. Aún en aquellos casos donde ellos tienen relaciones sexuales en las que se espera que la mujer tenga un orgasmo como manera de gratificar su narcisismo, su vanidad y mostrar su poder, lo que hay es fundamentalmente la necesidad de atenuar el temor que los varones tienen al deseo de la mujer. El deseo sexual femenino es lo que más deseamos y lo que más tememos los varones, no hay nada que un varón tema más que una mujer deseante. Con el pago se neutraliza ese temor.

¿Y todos aquellos que dicen que van de putas porque se sienten solos?

Son argumentos que tienden a ponerlos en el lugar de víctima. Es decir, la rivalidad con las prostitutas por la evidencia de que las prostitutas están en el lugar de la víctima y ellos compiten, rivalizan y se ponen ellos en el lugar de la víctima. “¡Pobrecitos, están tan solos! Necesitan encontrarse con prostitutas a veces para tener relaciones sexuales pero sobre todo por el cariño, por amor…”. “Ellas se convierten en confidentes y son sus psicólogas…”. Esto es algo absolutamente insostenible, la mayoría de las prostitutas se incorpora a la prostitución cuando son niñas y adolescentes, no pueden con su alma. Cómo van a funcionar como psicólogas si no tienen recursos afectivos ni intelectuales porque la propia experiencia prostitucional las ha llevado a un grado de demolición psíquica. Esta cuestión es el punto fundamental para una acción militante que marque la diferencia entre el abolicionismo y el reglamentarismo. He tenido pacientes que me confiesan que dicen en la televisión y en las redes: “mirá, yo después de leer el libro de Volnovich, pienso que a las prostitutas hay que tratarlas bien, no hay que pegarles, hay que tratarlas con respeto”. Pero es como si vos me dijeras: “mirá, yo soy patrón y tengo esclavos. Soy el amo y yo a mis esclavos los trato bien, no vayas a creer… Les doy de comer, no les pego”. Pero eso no invalida un vínculo de amo y esclavo. Entonces me parece que es un error argumentar que hay una prostitución buena cuando los clientes tratan bien a las prostitutas. Si se entra por el camino de aceptar que la prostitución infantil o forzada, o la trata, son malas, pero hay una prostitución buena cuando las mujeres consienten o la pasan bien… estamos acabados con ese argumento. No hay una prostitución buena como no hay una esclavitud buena. La esclavitud es mala. Siempre es mala.

¿Cómo educar para que los hombres dejen de ir de putas? ¿Es posible hacerlo?

Es muy difícil, no diría imposible, pero hay que empezar de alguna manera. Hay una tendencia a tomar conciencia, sobre todo tiene que ver con el respeto hacía otro ser humano y con que la prostitución deje de pasar por una actividad naturalizada. Sin embargo según las costumbres y un pensamiento generalizado “siempre hubo prostitución”. También existe el pensamiento “Pobres hubo siempre y siempre los habrá”, como si la pobreza fuera esencial y natural para la humanidad. Tenemos que dejar de naturalizar y de legitimar la prostitución y empezar a aceptar que es una acción denigratoria, humillante y bochornosa para las mujeres y para los varones.

Puedo hacer un poco de historia con relación a esto que me preguntas y por qué llego a esta conclusión. Empecé a trabajar en cuestiones referidas a la iniciación sexual con varones urbanos argentinos de clase media. En la década de los cuarenta y los cincuenta la iniciación sexual de los varones se daba generalmente con prostitutas. El padre, el tío, un amigo, llevaba a los muchachos a debutar sexualmente a un prostíbulo. Aquí en Argentina la clase media acomodada pasaba las vacaciones en Punta del Este, Uruguay. Cerca, en la ciudad de Maldonado, había un prostíbulo que era un mega shopping de la prostitución que lo comandaba Nana. Nana era como una sacerdotisa. Allí los padres, los tíos, llevaban a sus hijos y a sus sobrinos para iniciarse. Eso fue así hasta la década de los sesenta. Con la llegada de los anticonceptivos y la revolución cultural, hubo una primavera de libertad sexual que generó que las chicas estuvieran mucho más dispuestas a tener relaciones sexuales con los varones y en general los varones de aquella época se iniciaban no con prostitutas sino con amigas, novias y militantes de esos proyectos de liberación social. La virilidad se jugaba en esos momentos en la posibilidad de persuadir a una amiga o una novia de tener relaciones sexuales. Los que fracasaban, los que tenían menos prestigio dentro del universo de varones, eran los que recurrían a las prostitutas. La prostitución era un ámbito decadente, degradado, exclusivo para viejos y pelotudos (no sé cómo se dice “pelotudo” en España, pero aquí es un adjetivo denigrante, así se les llama a los varones tontos). Gradualmente y con la implantación del neoliberalismo fue cambiando y la prostitución empezó a tener cierto prestigio, cierto glamour. Por supuesto que la pornografía y los programas televisivos en los que se cosifica a las mujeres hicieron que la prostitución empezara a tener ese prestigio y a ser considerada normal, natural y muy diferenciada por clase social. Empezó a existir una prostitución para cada clase social. Cada segmento social tenía y tiene su circuito. Son los que me tocaron a mí como pacientes. Era muy frecuente que una pareja en la que ambos estudiaban medicina, se encontraban, se enamoraban, se graduaban y después se casaban, la despedida de soltero de los varones era y es “ir de putas”. Las chicas son del mismo nivel intelectual y social que sus parejas, saben que los varones hacen su despedida de soltero yendo de putas pero lo aceptan por usos y costumbres. En grupos de varones jóvenes, buenos mozos, adinerados, los regalos que se hacen entre ellos son una o varias prostitutas y cuando se van de juerga tienen su circuito, sus puticlubs donde alternan una vida tradicional con pareja, casados o no, con la práctica de prostituir mujeres. Es una contribución a esta especie de religión que conservan a través de sus rituales.

Ahora mismo en el Estado español y a raíz de que varias supervivientes hemos salido a contar cosas que no se suelen contar sobre lo que es la prostitución, cada vez más mujeres toman conciencia, cuestionan y no están dispuestas a aceptar que sus parejas se vayan de putas. La mayoría de los hombres se justifican diciendo que “no han ido de putas nunca al prostíbulo pero sí a tomar unas copas”. ¿Qué papel juegan las mujeres que no son putas en la desnaturalización del ocio masculino en el espacio prostibulario?

El patriarcado es un sistema de dominio de los varones sobre las mujeres pero la reproducción del patriarcado está en manos de las mujeres porque justamente son las mujeres las que se encargan de la crianza de los niños. El patriarcado no se refiere a varones y mujeres. Incorpora también a las mujeres en la mentalidad patriarcal que se juega en estos tipos de complicidad y aceptación con respecto a la práctica. El papel de las mujeres es clave en la reproducción o desnaturalización de la prostitución.

Antes decía que el patriarcado tiene enormes recursos para hacer cambios con el fin de que todo quede igual o peor. Hay que tener mucho cuidado de que la posición abolicionista no termine siendo tributaria de una moral cristiana represora. Hay que evitar que esta necesidad de mayor igualdad entre hombres y mujeres lleve a implementar una represión de la sexualidad para volver a una moralina religiosa tradicional y a una apología del puritanismo.

Usted es abolicionista declarado, como nosotras en Feminicidio.net. ¿Qué estrategias deberíamos implementar desde el abolicionismo para convencer a los Estados y a las sociedades (la gran mayoría indiferentes con la prostitución), de que es crucial el camino hacia una sociedad libre de violencias machistas y de prostitución?

Yo no tengo la receta. Por supuesto que el cambio de las leyes es importante pero… no alcanza. La implementación de leyes abolicionistas es ineludible e inevitable pero es insuficiente porque hasta que en el imaginario social no cambie realmente la naturalidad con la que se practica la prostitución, los cambios en las leyes no sirven. Son necesarios pero insuficientes. Me parece que hay que hacer un trabajo profundo y en este momento la trinchera de ese trabajo ideológico pasa primero por la teorización, por tener una teoría fuerte, capaz de sostener por qué la prostitución es una esclavitud aunque se la edulcore con todo lo que se quiera. Y segundo, me parece fundamental tener en cuenta que es una forma de esclavitud. Mantener fuertes los principios abolicionistas sobre todo cuando lo que se le contrapone es la idea de que hay una prostitución buena para los varones y que puede ser buena también para las mujeres; que puede ser un trabajo digno cuando está prestigiado socialmente; cuando es aceptado por los organismos internacionales, por la Organización Internacional del Trabajo; cuando se pueden sindicalizar y su salud está a cargo del Estado; cuando las prostitutas pagan impuestos, etc.

También es necesario trabajar ideológicamente sobre el término consentimiento, es una enorme trampa, hay que preguntarse cómo se llegó a ese consentimiento. Se parte del consentimiento pero no de cómo se llegó hasta él ni cuál es la situación de asimetría de poder que permite que se establezca ese consentimiento. Y la impresión que yo tengo es que aquellas prostitutas que están bajo régimen reglamentarista, trabajan y aparentemente se sienten orgullosas de su trabajo, aspiran a tener un bienestar económico que les permita que sus hijas no sean prostitutas. No hay una intención en la reproducción de la prostitución cuando las prostitutas alcanzan una situación de mejoría. Sí existen casos de esclavitud en los que efectivamente la madre prostituye a sus propias hijas por la brutal necesidad y presión económica que recaen sobre ella y por el grado de destrucción de su autoestima y de su moral.

(No quiero terminar la entrevista sin contarte la historia de una mujer que luchó aquí contra la trata. En 1920 existió un grupo de traficantes que se llamaba Zwi Migdal. Era un grupo de polacos judíos que habían hecho base en Argentina. Traían muchachas polacas -de todas partes pero generalmente polacas- venían engañadas, les prometían la América y que aquí se iban a casar. Ellas huían de la guerra y del hambre de Europa. Era un grupo muy fuerte que no solo administraba la prostitución en Argentina sino también en otros países de América Latina. Quien acabó con Zwi Migdal fue Raquel Liberman, una mujer explotada sexualmente por esa organización. Ella sola se atrevió a salir, denunciar, usar los recursos que tenía, sus contactos… ella sola acabó con la organización. Hoy en día hay una asociación que se llama Raquel Liberman. Es muy interesante la vida de esta mujer. Se han escrito libros sobre ella. En su momento esto que te cuento ocurrió en silencio y a pesar de que la denuncia derivó en el procesamiento de más de cien proxenetas, el periodismo de la época apenas le dedicó unas líneas al caso. Hace poco salió a la luz su historia y se empezó a reconstruir. Ella luego se casó, tuvo hijos y nietos).

¿Puede un putero dejar de ser putero? ¿Es fácil dejar de ser putero?

Me parece que individualmente sí, por supuesto que es fácil. He tenido pacientes que de golpe, como si fueran odaliscas que vivieron con un velo en los ojos, se les cae el velo y me dicen: “recién ahora me doy cuenta de que esa puta que me mandaban por delivery era una nena de 16 años”, o cosas por el estilo. Están arrepentidos, reconocen su responsabilidad y a lo mejor hasta pueden dejar de hacerlo.

Pero me parece que de lo que se trata no es del caso individual sino de desmontar algo que está tan pero tan arraigado dentro de la jerarquía patriarcal. No hay que ser ingenuo y pensar que eso se cambia de un plumazo. Eso va a llevar mucho tiempo y además estamos en un momento donde hay grandes avances en la denuncia, en la visualización del fenómeno, hay grandes avances en la presencia de las mujeres en los espacios públicos pero también hay un gran aumento de feminicidios. No es que ahora está más visualizado sino que hay un aumento de feminicidios. Por lo cual y con respecto a los cambios y los momentos auspiciosos, tengo mis reparos.

Aunque tenga sus reparos, déjeme preguntarle: ¿Es optimista o pesimista con respecto al futuro? ¿Se imagina un mundo no patriarcal?

Creo que soy realista. Viendo las nuevas generaciones -para mi gran sorpresa, pensaba que había una mayor libertad e igualdad, mayor conocimiento, también el aporte del movimiento LGTB y la aparente aceptación de la homosexualidad- tengo una enorme desconfianza. Nunca vi como ahora un refuerzo mayor de los estereotipos masculinos y femeninos. Tengo hijos y abajo del edificio donde vivo hay una juguetería. Cuando eran pequeños, bajaba con ellos, la veían y me decían “papi, comprame un juguete”; era inevitable hacerlo.

La juguetería es muy grande, en aquel entonces tenía góndolas donde estaban los juguetes repartidos por edad. Es decir, por niños y niñas de dos a tres años, de tres a cuatro años, de cinco a seis años, de manera tal que uno llegaba y decía “tengo que hacer un regalo a un niño de cinco años” y te indicaban la góndola de esa edad. Mis hijos por la edad que tenían ya sabían cual era la góndola que les correspondía para elegir. Hoy en día sigo teniendo hijos pero han crecido y son mis nietos los que van ahora. La juguetería sigue estando, los dueños siguen siendo los mismos, pero ocurre que mis nietos van a la juguetería y ya no están las góndolas separadas por edad sino por sexo. Están de aquí para allá las princesas para niñas y de aquí para acá los superhéroes para niños, de manera tal que la diferencia de género subordinó la diferencia generacional. Los estereotipos de género tienen una fuerza brutal. A pesar de lo que parece -como una mayor aceptación de la homosexualidad- existe una reacción al temor de ser tocados los valores patriarcales que conllevan el refuerzo de los valores tradicionales.

Aquí puedes leer artículos de Juan Carlos Volnovich:
https://www.topia.com.ar/autores/juan-carlos-volnovich

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