El caso Epstein o la prostitución como crimen del poder

Epstein prostitución
No esperaba encontrar un mensaje tan claro en Jeffrey Epstein. Asquerosamente rico, el documental de Netflix que se estrenó el 27 de mayo pasado. La prostitución está en el marco de la historia del pederasta y depredador sexual estadounidense (1953-2019), un millonario que hizo su fortuna a golpe de especulación y consiguió actuar con impunidad en la violación sistemática y la trata de cientos de menores y adolescentes, protegido por el poder político y la justicia patriarcal.

Niñas y adolescentes, un objeto de rapiña en el capitalismo salvaje

Depredación económica y sexual eran inseparables en la estructura mental perversa del financiero, esclavizar sexualmente también formaba parte del proceso de acumulación de su fortuna. Epstein construyó un imperio económico que fue su muro de protección desde el que funcionó un esquema piramidal de agresiones sexuales a niñas y adolescentes. En su mansión de Palm Beach estableció el centro de operaciones de la red de trata, convertida en uno de los escenarios de acoso y violación de las menores a las que les ofrecía 200 dólares a cambio de que le dieran un masaje de 45 minutos. Después de agredir sexualmente a las víctimas y pagarles, las coaccionaba para que le llevaran otras menores de su círculo familiar o amistades.

El condado de Palm Beach (Florida) muestra las dos caras del capitalismo salvaje. Por un lado, el lujo de Palm Beach, una de las ciudades con mayor renta per cápita de Estados Unidos y el lugar escogido de segunda residencia por políticos, artistas y deportistas millonarios. Pero a corta distancia, basta cruzar un puente hacia West Palm Beach para toparse como contraste de la opulencia, con barrios empobrecidos y un espejo de la desigualdad estructural que padecemos las mujeres en las sociedades capitalistas que nos convierten en objeto de rapiña, cuerpos femeninos cosificados y desechados a merced de la “dueñidad” que diría Rita Laura Segato, de señores patriarcales como Epstein, que ejecutan sus tropelías económicas y sexuales sin ley, ni Estado, ni límites territoriales.

En West Palm Beach Epstein encontró a cientos de sus víctimas que responden a algunos de los factores por los que las mujeres en edad temprana -menores de edad- corren el riesgo de ser atrapadas por las redes de prostitución y luego acaban en la trata con fines de explotación sexual: padecer la pobreza y sufrir un impacto físico-emocional por no poder cubrir sus necesidades básicas; haber sido educadas en hogares disfuncionales con desatención afectiva parental; o con antecedentes de diversas formas de violencia machista, en especial los abusos sexuales en la infancia. Estos tres factores se manifiestan en la decena de víctimas que dan la cara en el documental y en la última demanda judicial que finalmente culminó con el suicidio de Epstein sin que estas consiguieran justicia y reparación.

Lo peor del relato de la historia es que las víctimas de Epstein fueron consideradas prostitutas por la justicia y el entorno del depredador sexual, cuando en realidad solo eran niñas que buscaban una oportunidad para estudiar o conseguir salir de su situación de vulnerabilidad. Una menor nunca elige ser prostituida, es el sistema prostitucional el que la atrapa, la engulle y la desecha. El patriarcado se encarga desde hace miles de años de indultar al prostituidor y violador.

Los rituales de pactos de poder y consolidación de la fratría

Es evidente que este patrón de conducta o modus operandi del depredador sexual se fue perfeccionando hasta convertir su actuación criminal organizada en una red de trata con fines de explotación sexual internacional. Pero en la etapa del capitalismo apocalíptico en la que vivimos, su caso tiene una lectura significativa debido a que los beneficios de la trata no residían en un lucro material extraído de los cuerpos de las niñas y adolescentes sino de los rituales de pactos de poder y de silencio en los que se sellaba o se consolidaba una fratría que integraban políticos, empresarios, académicos y hasta miembros de la realeza.

Uno de los defectos narrativos de la serie documental es que se centra casi exclusivamente en la figura de Epstein sin profundizar en las conexiones de la red de trata ni desentrañar los códigos cifrados de comportamiento grupal que mostraba la fratría hacia afuera, porque tampoco se escondían los señores patriarcales; por el contrario, daban algunas señales del nivel de impunidad y despliegue de poder que tenían. Sino, no se explica que uno de los jets privados del millonario se llamara Lolita Express o que a su isla privada Little Saint James fuese rebautizada con el nombre “isla pederasta”.

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El Presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, junto a jóvenes animadoras durante una fiesta con Jeffrey Epstein en Noviembre de 1992.

Entre los que participaron en el circuito de rapiña de las niñas y jóvenes esclavizadas por Epstein figura el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con quien mantuvo una amistad. El que llegaría más tarde a la Casa Blanca organizó en su club Mar-a-lago en 1992 una fiesta con 28 concursantes de “Chica del calendario” . En el 2002 Trump reconoció en la revista New York Magazine que conocía a Epstein desde hacía 15 años y que a ambos les gustaban las jovencitas. Trump voló varias veces en el avión de Epstein pero a mediados de la primera década del 2000 se distanció de Epstein.

Bill Clinton, el expresidente de los Estados Unidos, fue otro de los que aparecen en el entorno de Epstein. Si bien no fue acusado de haber cometido agresiones sexuales a menores, el documental Asquerosamente rico reporta 26 viajes de Clinton en el Lolita Express (Boing 727) . Según una investigación de Fox News de 2016, en dicho avión los pasajeros masculinos tenían sexo grupal con chicas jóvenes. Clinton abordó el Lolita Express en 26 ocasiones entre 2001 y 2003 pero sólo reconoció cuatro de esos viajes.

De la realeza europea, el príncipe Andrés, tercer hijo de la Reina Isabel II, fue acusado por Virginia Roberts Giuffre, una de las esclavas sexuales de Epstein, de haberla abusado sexualmente hasta en tres ocasiones cuando la menor tenía 17 años. El documental no menciona el cuestionamiento que hizo la BBC al FBI por haber ocultado las fotografías del príncipe Andrés junto a Virginia Roberts en la época en la que el FBI investigaba a Epstein por abuso sexual y tráfico de menores. Virginia Roberts acusó también de explotación sexual a Jean-Luc Brunel, el agente de modelos, y Bill Richarson, exgobernador de Nuevo México, acusaciones que tampoco son mencionadas en el documental.

Según una exclusiva del New York Times que tampoco aparece en el documental, Jeffrey Epstein pensaba que su ADN se podía convertir en la semilla de la especie humana. Entre sus delirios megalómanos, figuró inseminar con su esperma y embarazar a un grupo numeroso de mujeres -20 a la vez- en su rancho de Nuevo México. De hecho, durante años le contó este sueño a científicos.

Antes de 2008, el financiero contactó con científicos de la talla de Murray Gell-Mann, Premio Nobel de Física por el descubrimiento de la partícula cuark. Y célebres como Stephen Hawking, Stephen Jay Gould y Oliver Sacks, entre otros. Epstein los reunía en fiestas celebradas en su mansión de Manhattan, en las que participaban también jóvenes atractivas, algunas o muchas de ellas, esclavizadas sexualmente. Virginia Roberts acusó a Marvin Minsky, el científico del MIT fallecido y uno de los padres de la inteligencia artificial, de haberla abusado sexualmente cuando era menor de edad.

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El Príncipe Andrés con una de las supervivientes denunciantes, Virginia Roberts, y Ghislaine Maxwell, la entonces pareja de Jeffrey Epstein.
Virginia Roberts Giuffre y Sarah Ransome, el día de su declaración ante el juzgado de Nueva York en la que participaron 16 supervivientes. Foto: REUTERS: Shannon Stapleton

La investigación del New York Times concluyó que a los científicos les interesaba el dinero de Epstein, no sus planes disparatados.

El funcionamiento de esa fratría, sus códigos y sus engranajes tiene ciertas similitudes con el caso de los cientos de feminicidios sexuales sistémicos (y seriales), y desapariciones forzadas por razones de género de niñas y mujeres perpetrados en Ciudad Juárez, durante la última década del siglo pasado y la primera década de este siglo, vinculados a un grupo de poderosos empresarios y narcotraficantes que investigué en los casi tres años que viví allí. Crímenes que quedaron impunes sin que esas víctimas, ni sus familiares, obtuvieran justicia y reparación, como les sucedió a las víctimas de la trama Epstein.

La masculinidad hegemónica del poder se transforma en una compacta corporación cuando puede establecer alianzas y pactos que fuera de la fratría serían inconcebibles.

La protección del Estado proxeneta

El caso Epstein es un paradigma de la prostitución como crimen del poder. El hombre en cuestión recibió el amparo y la protección del Estado proxeneta estadounidense -todo Estado es proxeneta en tanto no criminalice todas las formas de proxenetismo, no sancione a los consumidores de prostitución ni desincentive la demanda de sexo, además de proteger a las víctimas o aquellas niñas y mujeres vulnerables y en riesgo de ser prostituidas-.

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El Presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, saluda al Príncipe Andrés en Londres el 4 de junio de 2019 durante una visita oficial.

Las hermanas María y Annie Farmer denuncian en el documental los abusos cometidos por Epstein a mediados de los años 90 que llegaron al Buró Federal de Investigaciones (FBI) sin que tuviera consecuencias judiciales. Una década más tarde, fue una investigación del equipo de Michael Reiter -jefe de policía de Palm Beach de 2001 a 2009- la que pudo comprobar por la denuncia de las víctimas, cómo funcionaba el esquema piramidal de las agresiones sexuales a niñas y adolescentes. El caso pasó al FBI y Alexander Acosta, el que por entonces era fiscal general de Florida, en un proceso plagado de irregularidades evitó un juicio federal y concedió un acuerdo a Jeffrey Epstein por el que este se declaró culpable de solicitar servicios de prostitución e incitar a una menor a prostituirse.

Sólo cumplió 13 meses de prisión (de 18 de condena) de 2008 a 2009. Podía salir seis días a la semana 12 horas por día y regresar a un lugar más parecido a un hotel confortable que una cárcel.

Tuvo que pasar otra década para que Epstein fuese detenido el 6 de julio de 2019 por cargos federales por tráfico de menores en Florida y Nueva York. Una semana más tarde, Alex Acosta, secretario de Trabajo nombrado por Donald Trump, presentaba su dimisión al cargo por su oscura actuación como fiscal de Florida, que impidió que Epstein fuera a juicio federal.

Epstein actuaba con total impunidad porque gozó de la protección de la justicia patriarcal (nunca mejor considerada patriarcal): le dio la espalda a las víctimas, a las denuncias de las fuerzas de seguridad, y reaccionó tarde y cuando lo hizo, no pudo conseguir que el financiero fuera condenado por sus crímenes sexuales, ya que este se suicidó (o lo suicidaron) mientras esperaba el juicio.

El #MeToo y las niñas prostituidas en centros de menores de España

Otra de las carencias de Asquerosamente Rico es que apenas menciona al movimiento #Metoo y el rol crucial que jugó en convertir a la denuncia de las víctimas de violencia sexual en una de las causas sociales globales más importantes de nuestra época. No hay vuelta atrás, en el centro de la cuarta ola feminista están las supervivientes de la violencia sexual que no callarán más y que están dispuestas a levantar a sociedades enteras en nombre de la libertad sexual y a movilizarse para acabar con la impunidad de los agresores sexuales y la cultura de la violación.

Sin embargo: ¿qué pasa con la prostitución? Es la violencia sexual por antonomasia pero aún no ha sido reconocida como tal. Es más, estamos en un momento histórico en el que el neoliberalismo intenta convertir a la esclavitud sexual de las mujeres en una “libre elección”. Como dice Melissa Farley, la psicóloga clínica estadounidense, necesitamos un #MeToo de la prostitución. Una revolución que termine con esas figuras tan deplorables y consustanciales al patriarcado capitalista y a la masculinidad hegemónica: puteros y proxenetas.

En España, en particular, necesitamos una revolución abolicionista que despierte a una sociedad a la que le importa poco o casi nada que niñas tuteladas en centros de menores del Estado sean explotadas sexualmente de forma generalizada en varias comunidades autónomas, según la opinión de expertos.

Casos como el de la red de menores prostituidos tutelados por la Diputación de Álava, Euskadi (2016); la red de adolescentes prostituidas reclutadas de centros de menores en Islas Canarias y el supuesto proxeneta, Agustín Alemán Yino, que organizaba fiestas para dar a conocer a la menores a través de la agencia “18 lovas” (2016); y recientemente, las niñas tuteladas por los servicios sociales de Mallorca explotadas sexualmente, que el Consell de Mallorca, órgano de gobierno local de la isla, se negó a investigar.

Todas estas niñas son objeto de rapiña del Estado proxeneta neoliberal, en un país que cubre una de las plazas turísticas más importantes del mundo y donde el turismo de explotación sexual campa a sus anchas.

En este contexto, cabe preguntarnos: ¿Qué nos dice el poder político cuando se niega a legislar y a aplicar políticas abolicionistas con este marco?

Y en lo personal, me pregunto si en España, como en el caso Epstein, el Estado no ha convertido a la prostitución en un crimen normalizado y amparado por el poder. Algo intocable. Un muro que tendremos que derribar con la revuelta abolicionista.

Continuará…

‘Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico’

Título original: Filthy Rich
Dirección: Lisa Bryant
Producción: RadicalMedia, James Patterson Entertainment y Third Eye Motion Picture Company
Duración: 3h 46min (4 episodios)
Género: Documental
País de origen: Estados Unidos
Fecha de estreno: 27 de mayo de 2020
Distribución: Netflix

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